Córdoba
enamora nada más pisarla; sus calles, su gente, su luz, su historia,
sus monumentos … y es imposible nombrar todos los rincones que un
viajero no debe perderse.
La segunda ruta parte otra vez a
orillas del Guadalquivir, en la Ronda Iasa, al lado del Puente
Romano. Había que buscar cuatro plazas encadenadas entre si por
calles y rincones urbanos con mucho ambiente.
Primera
parada en la plaza
del Potro.
Este espacio tiene una ligera pendiente hacia el río.
A un lado la “Posada del Potro”,
en el centro una fuente octogonal dedicada a San Rafael Arcángel y
al otro lado el antiguo Hospital de la Caridad que había sido
patrocinado por los Reyes Católicos. Actualmente alberga los Museos
de Bellas Artes y el Julio Romero de Torres ( 8.30 a 20.45 h, lunes
cerrados y entrada es gratuita)
La Posada del Potro
hay que imaginársela en los tiempos que Cervantes, en su libro El
Quijote, la recreó con todo tipo de detalles: habló de su aire
recogido, soleado y rectangular; narró vivencias de truhanes, de
pícaros y de caballeros venidos a menos. Aquellas figuras del Siglo
de Oro desaparecieron hace mucho y la posada es hoy un centro
cultural que conserva el acento popular en los balcones de madera, en
las macetas con flores y en las estacas que servían para amarrar las
caballerías.
Entré en el museo de Julio Romero de
Torres buscando la esencia de “la mujer morena, la de los ojos de
misterio y el alma llena de pena” – como dice un pasodoble
español. Me gustó tanto que debo dedicarle en otro relato toda mi
admiración a sus bellos retratos y sus carteles modernistas.
Seguimos
por la calle San Francisco buscando la iglesia del mismo nombre para
visitar su claustro; estaba cerrado. Cruzamos el Arco del Portillo
hasta la plaza
Jerónimo Paez
donde está el Museo Arqueológico ( 8.30 a 19.30 h, lunes cerrado,
4,50 euros )
Muy
cerca se levantan orgullosas once columnas del Templo
Romano,
únicos restos importantes que se conservan de la Córdoba del siglo
I. Pienso en la idea de ciudad superpuesta, de suelo cansado por
tantos restos de ciudades, unos encima de otros ( romanos,
musulmanes, medievales, cristianos ...) Cerca está el Ayuntamiento.
El
ambiente en estas calles es distendido y los comerciantes salen de
sus tiendas y charlan al sol de esta primavera avanzada. Buscando un
mercado llegamos a la plaza
de la Corredera.
Esta plaza popular y pintoresca tiene estructura de tipo castellano,
única en Andalucía. Es rectangular, noble, seria, con 61 arcos y
dos puertas grandes.
Cada mañana temprano abren las
tiendas más populares de Córdoba. Plateros y anticuarios sacan las
mercancías de sus locales umbríos. Hay también puestos de churros,
tenderetes de retales y de ropa reciclada.
Había
leído que la calle
Claudio Marcelo
es la más aristocrática y señorial de la ciudad. Está llena de
edificios nobles, modernistas y neo-mudéjares. Vi que es una calle
hermosa, recta, perfumada por el azahar en primavera y que desemboca
en una plaza ancha y luminosa, muy urbana y cosmopolita:
la plaza Tendillas.
Si prestas atención y el ruido del
tráfico te lo permite, puedes escuchar el sonido de un reloj dando
los cuartos de hora con carrillón y tocando luego una melodía
flamenca.
A mediodía, allí, es norma tomar un
chato de vino en la taberna de El Correo. No entré, no me gustó su
aspecto, cuestión de gustos.
Buscando otro lugar me hizo un guiño
una taberna coqueta, sencilla, pero atractiva, “El Picoteo del
Gallo” ( un vino fino fresquito 1,50 euros, tapa buenísima,
gratis, recomendable)
Esta
ruta puede terminar en la Cuesta
del Bailio junto
a la plaza de los Capuchinos y el famoso Cristo
de los Faroles.
Esta cuesta está formada por 31 escalones de piedra, decorados con
mosaicos (Actualmente está en obras todo su entorno y no hay foto)
Muy cerca de Tendillas, al lado de la
plaza San Miguel, nos esperaban ricos platos de la cocina cordobesa.
En la taberna La Montillana recibimos avituallamiento y descanso
después de tanta andadura.