diumenge, 15 de maig del 2016

CÓRDOBA, UNA ESCAPADA DE DOS DÍAS




Desde la ventana de la habitación 318 del hotel donde me hospedaba tenía ante mí la vista más hermosa de la ciudad de Córdoba: el Puente Romano sobre el Guadalquivir. Es el mejor momento del día porque las luces del atardecer iluminan la Mezquita y la ciudad se muestra en todo su esplendor.
Volver a esta bella ciudad andaluza después de tantos años, ha sido una de mis ilusiones recientes y no podía perder ni un minuto de esos dos días que disponía para visitar lo más monumental de esta bella urbe.



¿Cómo definir Córdoba? Pienso que con un patio, un balcón, una reja, un geranio, un poquito de cal y un pedazo de cielo puede construirse una calle a la medida de un viajero. Así es Córdoba.
Y luego están sus monumentos ... todo un legado que nos dejaron las culturas que allí convivieron: romanos, judíos, musulmanes y cristianos.


Una escapada corta puede estructurarse fácilmente en dos rutas a pie, callejeando siguiendo un orden, visitando alguno de sus tesoros y descansando de vez en cuando tomando un pequeño avituallamiento a base de buenísimas tapas en cualquiera de las tabernas que encuentras a cada paso. ( Así descansó la cámara de Joseph y mis piernas artrósicas acostumbradas a andaduras ) De ese modo no me arrepiento de haber callejeado tantas horas en dos días porque he descubierto una ciudad sabia, sagrada y sensual.



CÓRDOBA, DE LAS ORILLAS DEL RÍO A LA MEZQUITA Y EL BARRIO DE LA JUDERÍA

A Córdoba, siempre que se pueda, deberíamos entrar desde el sur, atravesando el Puente Romano. Son doscientos cincuenta metros, dieciséis arcos y muchas vistas coquetas para que los fotógrafos no den descanso a sus cámaras.
En la entrada la Torre de La Calahorra vigila el paso hacia la ciudad desde la orilla izquierda del río ( Alberga museo de las tres culturas, 3 euros, 1 hora y vista panorámica de la ciudad)



Cruzando el puente me sentí como un emperador romano llegando a sus dominios. Si miraba al frente, contemplaba la silueta de la Catedral-Mezquita, cúpulas y campanarios de iglesias lejanas y toda la ciudad a lo lejos.
Si lo hacía a derecha e izquierda del cauce del río, veía restos de antiguos molinos árabes y la Noria de la Albolafia, el único conservado.


En mitad del camino hay una hornacina dedicada a San Rafael, donde muchos cordobeses creyentes encienden velas en su honor. Al final la Puerta del Puente, renacentista, dando espacio a la calle Torrijos.


Los coches de caballos esperan ansiosos a los turistas. Nosotros a pie, que es lo nuestro. Estamos en uno de los laterales de la Mezquita, donde se abren cuatro puertas doradas y las ventanas tienen celosías de arabesco.
(Las visitas se suceden de 10 a 18 h, 8 euros la entrada)


Describir esta maravilla daría lugar a un relato demasiado exhaustivo; como resumen puedo confirmar lo que dijo el sabio Idrisi después de contemplarla: "Su belleza y elegancia desafían cualquier descripción"
Solamente un comentario: a mi me llamó la atención la luz que entra de forma diferente en cada rincón; los rayos de sol que mezclan los colores originales de la decoración con los tonos vibrantes de los cristales.



Saliendo por la puerta sur se encuentra muy cerca una de los rincones mágicos más fotografiados de la ciudad, una calle sin salida, estrecha, llena de macetas con flores y que acaba en una pequeña plaza donde se puede contemplar la torre de la Catedral: la Calleja de Las Flores.


Es en este punto de la ruta cuando te adentras en un laberinto de callejuelas blancas, irregulares, versátiles y caprichosas en sus ensanchamientos y estrecheces.
Entre los siglos X y XV Córdoba fue ejemplo de convivencia entre religiones, cristiana, musulmana y judía, que coexistían pacíficamente. Durante el gobierno Omeya, las actividades culturales y comerciales hicieron de Al Andalus el país más culto de Europa. Córdoba, su capital, atrajo el mecenazgo sobre poetas y filósofos, hombres de letras y de ciencias.



En otras ciudades que conozco la judería y la morería son un pequeño espacio residual, pero aquí es de tal identidad que sobre este barrio sigue pivotando el eje histórico-artístico de aquella antigua ciudad. En los nombres de algunas calles perviven los oficios de aquellas culturas.
Y justo en la calle de los Judíos está la sinagoga, la mejor de España, después de la de Todelo (Visita de 10 a 20.30 h, gratuita, lunes cerrada)


Mucha ilusión tenía puesta en la visita al Zoco Municipal, lugar donde los mejores artesanos cordobeses tienen sus tiendas y venden sus obras. No me gustó.
Luego, a derecha e izquierda, acá y allá, las tiendas de recuerdos turísticos y las tabernas menudas lo invaden todo.



Al llegar a la Puerta de Almodóvar, antes de salir de la Judería, decidimos que era el momento de comer. Si te dejas aconsejar por los lugareños, seguro que aciertas. Visitamos Casa Rubio y El rincón de Carmen probando sus tapas acompañadas por vino de la tierra, un montilla blanco fresquito.(Calidad-precio muy bueno)


De regreso hacia el punto de partida, paseando por la avenida Conde de Vallellano, contemplando lo que queda de antiguas murallas, llegamos al barrio San Basilio donde se pueden visitar algunos de los famosos patios cordobeses que en el mes de mayo entran en concurso de engalanamiento.



Están situados en tres calles peatonales, Postrera, Enmedio y San Basilio. A pesar de la hora y el cansancio acumulado decidí que teníamos que echarles una mirada ya que estábamos muy cerca. Se compra una entrada que lleva plano y dibujo para que busques la casa que alberga cada patio (6 euros, cerrado martes y domingo tarde; 6 patios)


Esta primera ruta terminó delante del Alcázar de los Reyes Cristianos. Es un lugar de los recomendados, pero no pudimos visitarlo, era demasiado tarde y estábamos muy cansados.
La habitación 318 del hotel Hesperia nos esperaba con sus vistas sobre Córdoba.





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