Desde
la ventana de la habitación 318 del hotel donde me hospedaba tenía
ante mí la vista más hermosa de la ciudad de Córdoba: el Puente
Romano sobre el Guadalquivir. Es el mejor momento del día porque las
luces del atardecer iluminan la Mezquita y la ciudad se muestra en
todo su esplendor.
Volver
a esta bella ciudad andaluza después de tantos años, ha sido una de
mis ilusiones recientes y no podía perder ni un minuto de esos dos
días que disponía para visitar lo más monumental de esta bella
urbe.
¿Cómo
definir Córdoba? Pienso que con un patio, un balcón, una reja, un
geranio, un poquito de cal y un pedazo de cielo puede construirse una
calle a la medida de un viajero. Así es Córdoba.
Y
luego están sus monumentos ... todo un legado que nos dejaron las
culturas que allí convivieron: romanos, judíos, musulmanes y
cristianos.
Una
escapada corta puede estructurarse fácilmente en dos rutas a pie,
callejeando siguiendo un orden, visitando alguno de sus tesoros y
descansando de vez en cuando tomando un pequeño avituallamiento a
base de buenísimas tapas en cualquiera de las tabernas que
encuentras a cada paso. ( Así descansó la cámara de Joseph y mis
piernas artrósicas acostumbradas a andaduras ) De ese modo no
me arrepiento de haber callejeado tantas horas en dos días porque he
descubierto una ciudad sabia, sagrada y sensual.
CÓRDOBA,
DE LAS ORILLAS DEL RÍO A LA MEZQUITA Y EL BARRIO DE LA JUDERÍA
A
Córdoba, siempre que se pueda, deberíamos entrar desde el sur,
atravesando el Puente Romano. Son doscientos cincuenta metros,
dieciséis arcos y muchas vistas coquetas para que los fotógrafos
no den descanso a sus cámaras.
En
la entrada la Torre de La Calahorra vigila el paso hacia la ciudad
desde la orilla izquierda del río ( Alberga museo de las tres
culturas, 3 euros, 1 hora y vista panorámica de la ciudad)
Cruzando
el puente me sentí como un emperador romano llegando a sus dominios.
Si miraba al frente, contemplaba la silueta de la Catedral-Mezquita,
cúpulas y campanarios de iglesias lejanas y toda la ciudad a lo
lejos.
Si
lo hacía a derecha e izquierda del cauce del río, veía restos de
antiguos molinos árabes y la Noria de la Albolafia, el único
conservado.
En
mitad del camino hay una hornacina dedicada a San Rafael, donde
muchos cordobeses creyentes encienden velas en su honor. Al final la
Puerta del Puente, renacentista, dando espacio a la calle Torrijos.
Los
coches de caballos esperan ansiosos a los turistas. Nosotros a pie,
que es lo nuestro. Estamos en uno de los laterales de la Mezquita,
donde se abren cuatro puertas doradas y las ventanas tienen celosías
de arabesco.
(Las
visitas se suceden de 10 a 18 h, 8 euros la entrada)
Describir
esta maravilla daría lugar a un relato demasiado exhaustivo; como
resumen puedo confirmar lo que dijo el sabio Idrisi después de
contemplarla: "Su belleza y elegancia desafían cualquier
descripción"
Solamente
un comentario: a mi me llamó la atención la luz que entra de forma
diferente en cada rincón; los rayos de sol que mezclan los colores
originales de la decoración con los tonos vibrantes de los
cristales.
Saliendo
por la puerta sur se encuentra muy cerca una de los rincones mágicos
más fotografiados de la ciudad, una calle sin salida, estrecha,
llena de macetas con flores y que acaba en una pequeña plaza donde
se puede contemplar la torre de la Catedral: la Calleja de Las
Flores.
Es
en este punto de la ruta cuando te adentras en un laberinto de
callejuelas blancas, irregulares, versátiles y caprichosas en sus
ensanchamientos y estrecheces.
Entre
los siglos X y XV Córdoba fue ejemplo de convivencia entre
religiones, cristiana, musulmana y judía, que coexistían
pacíficamente. Durante el gobierno Omeya, las actividades culturales
y comerciales hicieron de Al Andalus el país más culto de Europa.
Córdoba, su capital, atrajo el mecenazgo sobre poetas y filósofos,
hombres de letras y de ciencias.
En
otras ciudades que conozco la judería y la morería son un pequeño
espacio residual, pero aquí es de tal identidad que sobre este
barrio sigue pivotando el eje histórico-artístico de aquella
antigua ciudad. En los nombres de algunas calles perviven los oficios
de aquellas culturas.
Y
justo en la calle de los Judíos está la sinagoga, la mejor de
España, después de la de Todelo (Visita de 10 a 20.30 h, gratuita,
lunes cerrada)
Mucha
ilusión tenía puesta en la visita al Zoco Municipal, lugar donde
los mejores artesanos cordobeses tienen sus tiendas y venden sus
obras. No me gustó.
Luego,
a derecha e izquierda, acá y allá, las tiendas de recuerdos
turísticos y las tabernas menudas lo invaden todo.
Al
llegar a la Puerta de Almodóvar, antes de salir de la Judería,
decidimos que era el momento de comer. Si te dejas aconsejar por los
lugareños, seguro que aciertas. Visitamos Casa Rubio y El rincón de
Carmen probando sus tapas acompañadas por vino de la tierra, un
montilla blanco fresquito.(Calidad-precio muy bueno)
De
regreso hacia el punto de partida, paseando por la avenida Conde de
Vallellano, contemplando lo que queda de antiguas murallas, llegamos
al barrio San Basilio donde se pueden visitar algunos de los famosos
patios cordobeses que en el mes de mayo entran en concurso de
engalanamiento.
Están
situados en tres calles peatonales, Postrera, Enmedio y San Basilio.
A pesar de la hora y el cansancio acumulado decidí que teníamos que
echarles una mirada ya que estábamos muy cerca. Se compra una
entrada que lleva plano y dibujo para que busques la casa que alberga
cada patio (6 euros, cerrado martes y domingo tarde; 6 patios)
Esta
primera ruta terminó delante del Alcázar de los Reyes Cristianos.
Es un lugar de los recomendados, pero no pudimos visitarlo, era
demasiado tarde y estábamos muy cansados.