Desde
Puerto de la Cruz donde teníamos nuestro “campamento base”
decidimos recorrer una ruta por toda Isla
Baja,
una comarca repleta de pueblos que no han alterado sus costumbres
canarias, como debe ser.
La
primera parada fue en el Mirador
de San Pedro,
situado al borde de la carretera general. De allí parte el Sendero
del Agua
para los amantes de rutas sin gran esfuerzo físico. Se camina en ida
y vuelta y recorre la escarpada costa de Los Realejos, entre palmeral
y nacientes de agua.
A
23 km parada obligada en Icod
de los Vinos
que debe su nombre a la importancia que tuvo en el siglo XVI el
cultivo de la vid. Con el permiso del resto, este lugar define, casi
al cien por cien, la arquitectura canaria de casas bajas, con
balcones y techos de madera y callejuelas empedradas. Todo el centro
del pueblo es peatonal lo que facilita callejear por sus empinadas
calles adaptadas a la pendiente de la montaña. Hay plazas rodeadas
de edificios señoriales e iglesias construidas o reconstruidas entre
el XVI y XVIII, tras la erupción del Teide.
La
imagen más conocida y mundialmente famosa de Icod es su Drago
Milenario,
cuya edad los botánicos calculan de 800 a 1000 años. Mide 17 metros
de alto y 20 de perímetro en la base. El peso de esta mole ronda las
150 toneladas sin contar las raíces. Dice la leyenda, que los
dragones, al morir, se convertían en dragos.
Este
fósil viviente es, con todo merecimiento, uno de los símbolos de
las Islas Canarias.
Lo podemos ver y fotografiar desde la plaza San Andrés sin entrar al recinto y por supuesto sin pagar entrada.
Lo podemos ver y fotografiar desde la plaza San Andrés sin entrar al recinto y por supuesto sin pagar entrada.
Si
tenéis tiempo de sobra hay una famosa cueva interesante para
visitarla: La
Cueva del
Viento.
Dicen
que es el mayor tubo volcánico de Europa y que la visita es todo un
descubrimiento, especialmente por el silencio y oscuridad que reina
en sus profundidades.
Unos
kilómetros más y llegamos a Garachico,
un municipio anclado a la orilla del océano Atlántico. Tras la
conquista de Tenerife
se
convirtió en el principal puerto pesquero y comercial de la isla
hasta que la erupción
volcánica del
volcán Trevejo en 1706 sepultó gran parte del pueblo. Esta erupción
creó, a su llegada al mar, unos charcos naturales que hoy en día,
son atractivos turísticos.
Lo primero que vimos y fotografiamos
fueron estas formas caprichosas del Caletón,
muy apreciadas por los turistas que acuden sobre todo en verano.
Garachico
resurgió de sus cenizas y actualmente nos enseña todo su encanto
porque tiene una arquitectura irrepetible que puedes observar
paseando por sus calles.
Siguiendo
la TF 42 se llega a Buenavista
del Norte,
pueblo que hace honor a su nombre . Desde allí puedes adentrarte al
Parque Rural del Teno.
El folleto turístico dice : “
Este maravilloso enclave te dejará sin aliento y en especial, la
Punta de Teno. Si quieres sentir lo que sería estar en el fin del
mundo, tienes que visitarlo. El paisaje es abrupto, lunar, mágico,
de otro planeta. Hay un faro que marca el final del recorrido, y a
sus pies se extiende una vista del sur de la Isla que no te puedes
perder. Para llegar a este punto de la Isla, la carretera advierte al
visitante de que pasa bajo su propia responsabilidad y a veces se
cierra por desprendimientos “
Fuimos prudentes y no seguimos, cuestión de edad.
El
paisaje casi virgen que se puede contemplar se ve salpicado de aldeas
colgadas en el abismo, en lo alto de barrancos, como la bella Masca.
El Mirador de Cherfe (en
la carretera que llega desde Santiago del Teide) regala una estupenda
panorámica del conjunto habitado.
Este
lugar alejado de toda civilización posee un extraño exotismo y es
cita de muchos senderistas que acuden a diario. Esta afluencia de
visitantes ha permitido recuperar muchas tradiciones artesanales, se
teje fibra vegetal para sombreros, se fabrican timples canarios que
tanto le gustan a Joseph, y se venden a pie de calle. La carretera
está llena de curvas, es muy estrecha y hay que ir con mucho
cuidado.