dijous, 16 de novembre del 2017

LOS PUEBLOS BONITOS DE ESPAÑA: ALBARRACÍN (TERUEL)



Desde la capital, Teruel, siguiendo la línea de los montes hacia el oeste, nos adentramos poco a poco en la sierra de Albarracín buscando el pueblo estrella de esta ruta.
Pasamos por Cella, entre calles como las de tantos pueblos, con algún que otro escudo en las fachadas de las casas, donde se viven días de silencio y rutinas rurales sólo rotas los meses de verano.
Poco a poco nos adentramos en la sierra de Albarracín que pertenece a los Montes Universales. Un nombre rimbombante ¿verdad?
Por aquí viene a la vida el río Tajo, el mismo que rodeará Toledo y después se hará grandioso frente a Lisboa, antes de encontrarse con el océano Atlántico.
Nada hace pensar que detrás de aquella cerrada curva se halla Albarracín, uno de los pueblos más hermosos de España.



Albarracín se conserva igual que en el S. XVII, cuando se construyó, con un perfil tan inconfundible y original como bello. Todo lo que fue lo podemos ahora admirar.
En la entrada de la ciudad, en su parte baja, hay varias zonas de aparcamiento, muy cerca de la Oficina de Información Turística. Allí podéis recoger un mapa que os informará detalladamente de todo lo necesario.


Este pueblo está recorrido por una muralla que parece la cola de un animal mitológico. He tenido la suerte de visitarlo en verano y en invierno; y es en esta última estación y de noche, cuando Albarracín cobra su mayor encanto: las luces que la iluminan adoptan formas que bien merecen ser rescatadas en la cámara fotográfica del viajero.
El principal encanto de Albarracín es callejear por todos sus rincones. Su poder embaucador reside en este laberinto de calles que suben y bajan.



Aquí un rellano, allá unas escaleras, detrás un trozo de roca. Hay detalles por todas partes: los llamadores, los picaportes, las bisagras … Y el color ocre se adueña de todo.
Es recomendable llevar zapato cómodo, pues todas las calles están empedradas, con cuestas y escaleras, y la subida a las murallas se realiza por un camino de tierra.



Lo más curioso, así desde lejos, es ese trozo de muralla que asciende sola por una ladera ya desocupada. Y entonces piensas … ¡qué cosa rara! … esos muros que un día defendieron a los habitantes de esta colina, ahora están aislados, sin enemigos por delante, sin protegidos por detrás. Pero no hay que irse por este cerro que el pueblo en sí tiene mucho que mirar.
Y lo que son las cosas: este pueblo de poco más de mil habitantes tiene Catedral, Palacio Episcopal y mansiones palaciegas de buena talla.


Os aseguro que los que disfrutáis haciendo fotos, en Albarracín estaréis en la gloria. Perdonad las mías porque soy muy mala con los encuadres, sólo las tomo por guardar un recuerdo.


El vecino del lugar, generoso como pocos, muestra orgulloso algunos rincones del pueblo que pasan desapercibidos a los ojos del visitante y es un placer conversar con ellos.
Si no estáis cansados subid al barrio de San Juan, donde las vistas son muy buenas; las escaleras aún conservan láminas de madera envejecida, juego de terrazas, anchas balconadas y calles tan estrechas que las casas parecen tocarse.



Cuando suenan las ultimas campanadas de las 12 de la noche del 30 de abril, empieza la fiesta típica de los Mayos. Lo recuerdo porque mi nieta Clara nació un 30 de abril.

"Ya estamos a treinta
de abril cumplido
asómate, moza,
que mayo ha venido"



La gastronomía se compone de platos fuertes que ayudan a soportar el frío del invierno. Son: migas con uva, sopas de ajo, sopas tostadas, ternasco de Aragón, trucha del río o las conservas de cerdo. Y, sino, una pizza que también las hay.




POTSER ET POT INTERESAR