dijous, 31 de juliol del 2025

TIERRAS REGADAS POR EL RÍO ARLANZA: UN VIAJE AL CORAZÓN DE CASTILLA

 


Siempre he pensado que hay lugares que no necesitan muchas palabras bonitas para enamorar. Basta que tengan un valle hermoso, un río que lo recorra con paciencia y unos pueblos de casas de piedra que parezcan detenidos en el tiempo. Esto es amor a primera vista para este par de Jubiletos que somos nosotros.

Así es la comarca del Arlanza, en el sur de la provincia de Burgos. Un territorio que huele a sabina, a pan de horno de leña y a historia antigua.


Comenzamos ruta en Lerma, la villa ducal que se alza sobre el río como si aún esperara el regreso del famoso Duque de Lerma.

Sus soportales castellanos, el palacio convertido hoy en parador y la plaza mayor —una de las más grandes de España— nos dieron la bienvenida bajo un cielo de mayo que parecía pintado a mano.

Plaza Mayor de Lerma

Callejuelas castellanas

Paseo de Zorrilla




Desde allí, el río Arlanza nos sirvió de guía natural, deslizándose entre campos de cereal y bosques de sabina, encina y rebollos.

Río Arlanza en Lerma  (Imagen del Correo de Burgos)




De pronto, Covarrubias apareció a la vuelta de una curva, escondida como un secreto bien guardado. Algunos la llaman "la cuna de Castilla" y no es para menos porque tiene calles empedradas, casas con entramado de madera y una colegiata donde descansa una princesa vikinga; eso cuentan las leyendas.

Calles empedradas de Covarrubias

Casas con entramado de madera

Rincones muy fotogénicos





Después vendría el Monasterio de San Pedro de Arlanza.

Desde Covarrubias se toma un desvío que parece perderse entre encinas y peñascos. La carretera serpentea entre las laderas del cañón del Arlanza, Y entonces, entre la vegetación y el rumor del río, surgen las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza.´

San Pedro de Arlanza

Reconstrucción del Monasterio de San Pedro de Arlanza


No sabría decir si fue el silencio del lugar, el olor a tierra seca o la luz de la tarde, pero algo en aquellas piedras me conmovió.

Fundado en el año 912, este monasterio fue uno de los grandes cenobios del románico castellano, y aunque el tiempo le haya robado tejados y muros, aún conserva una grandeza melancólica. Caminamos entre los arcos rotos, los capiteles erosionados y los cipreses que crecen donde antes hubo oración.

El río fluía a unos metros como si llevara siglos observando los pocos visitantes que llegaban.



Seguimos ruta rumbo a Santo Domingo de Silos con el fondo de la sierra de las Mamblas.

Silos es uno de esos lugares que parecen respirarse más que verse. A medida que nos acercábamos, el aire se hacía más fresco, más limpio, como si el entorno supiera que me aproximaba a un espacio sagrado.

Entramos al monasterio justo a tiempo para asistir a una de las tantas visitas que allí se hacen.

Recomendable hacerla, el claustro, por sí solo, ya justifica la entrada: columnas dobles, capiteles tallados con escenas bíblicas y vegetales, y ese silencio que lo envuelve todo, denso y puro.

Plaza Mayor de Silos

Monasterio de Santo Domingo de Silos

Claustro de Santo Domingo de Silos




Ruta recomendada:

📍 Lerma → 📍 Covarrubias → 📍 Monasterio de San Pedro de Arlanza → 📍 Santo Domingo de Silos
  •  Distancia total: ~55 km
  •  Tiempo estimado en coche: ~1h 15min (sin contar paradas)
  •  Ideal para hacer en 1 o 2 días, con caminatas tranquilas en cada lugar.


Paseos recomendados:

Lerma :
Ruta del patrimonio ducal: Recorrido a pie por la Plaza Mayor, el Palacio Ducal, el Paseo de Zorrilla, los conventos y miradores sobre el Arlanza.
Duración: 1–2 horas

Covarrubias :

Paseo del río y murallas medievales: Camina junto al río Arlanza y descubre los restos de la muralla.
Subida a la ermita de San Olav: Buenas vistas y muy fotogénico.


San Pedro de Arlanza (sendero natural):

Senda del monasterio al mirador del Pico Valdosa:
Ruta corta (4,5 km ida y vuelta) que parte desde el monasterio y ofrece vistas espectaculares del cañón del Arlanza.


Silos (cultural y naturaleza):

Visita al monasterio. 
Paseo por el desfiladero de La Yecla:
El paso estrecho entre rocas, con pasarelas sobre el arroyo del Cauce, es un imprescindible.



Esa noche dormimos en una pequeña hospedería, donde nos sirvieron una sopa castellana y una buena cuajada de oveja.

Mientras cenaba, pensé en lo que había dejado atrás: Lerma, Covarrubias, Arlanza… Y también en lo que el río me había enseñado. Que no hace falta ir lejos para encontrar belleza. Que a veces basta con seguir el curso tranquilo de un río y dejarse llevar.


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