A
estas alturas del viaje teníamos deseos de mar, playa y costa;
y
nos
dirigimos hacia la zona de Jürmala
en
el
litoral
sur del golfo de Riga,
muy cerca de la capital.
Jürmala
que significa “orilla del mar” en letón, es famosa ya desde el
siglo XIX por sus baños termales, barros medicinales y aguas
minerales sulfurosas
de los balnearios de las pequeñas poblaciones de esta costa. Esta
zona ocupa unos 32 kilómetros.
Es
un lugar donde veranean muchos letones que no salen fuera del país y
que buscan también naturaleza para llenar los pulmones de aire
ionizado del mar junto con la resina de los pinos cercanos.
Como
muchos europeos occidentales pensábamos que el Báltico era frío y
desértico, pero descubrimos un paisaje muy distinto al imaginado.
Paramos
en la playa
de Majori.
La
línea de playa es cálida y confortable
y
el mar tranquilo
y agradable.
Para
nuestra sorpresa el agua no estaba fría, no tenía apenas oleaje y
es
poca
salada.
A todos estos encantos hay que añadir una
lengua de arena que se alarga hasta el infinito y
que está
protegida por un espeso bosque en
segundo plano. ¡ Una maravilla que
no esté
explotada ni masificada !
Toda
la zona de Jürmala está salpicada de casas de madera del
siglo XIX, muy protegidas por ley, algunas reformadas, otras
descuidadas y en venta. Alternando con ellas hay elegantes casas que
construyeron los potentados rusos en la época soviética que han
sido también restauradas y ocupadas por pequeños hoteles y
restaurantes.
El
centro de Majori
es una calle peatonal que me gustó mucho, la calle Jomas, y
sirve de núcleo a Júrmala.
Está bordeada de cafés al aire libre, tiendas de moda y pequeños
restaurantes. Estos comercios están situados en casas de madera, en
casas estilo art nouveau y otras más
modernas
también construidas en madera.
Una
vez allí me hubiera gustado recorrer los pequeños pueblos de
pescadores cercanos, pero la capital nos esperaba.