dijous, 7 de febrer del 2019

UNA ESCAPADA AL VALLE DE GUADALEST


Parece increíble que a tan pocos kilómetros de las grandes urbanizaciones costeras de la costa blanca alicantina, con Benidorm al frente, aparezcan esos hermosos paisajes de montaña.


El valle de Guadalest, situado en el interior de la comarca alicantina de la Marina Baixa, es una depresión entre las sierras de Aitana y Serradella. Atravesado por el río que lleva el mismo nombre tiene una buena representación de los ambientes naturales de la montaña mediterránea

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Según se sube por la C-3318 desde Callosa hasta el pantano de Guadalest, nos encontramos un paisaje lleno de nísperos, manzanos, almendros, higueras y algarrobos.
Entre estos campos de árboles frutales surgen montoncitos de casas blancas apiñadas que forman pueblos blancos con nombres árabes que recuerdan la influencia que tuvo en esta zona la presencia de los musulmanes. Cruzamos Polop, Benimantell, Benifato, Beniardi ...Y llegamos al mejor conservado y que da nombre al valle: Guadalest, con la sierra de Aitana al fondo.


Te cuentan que Guadalest está dentro de una montaña y no imaginas cómo puede ser eso. 
De pronto aparece a lo lejos un campanario sobre una roca y no sobre una iglesia como sería lo normal. Imaginamos que lo construirían así para que fuera fácil la vigilancia en caso de invasión. Al acercarnos vimos que es cierto lo que nos dijeron.
Guadalest nos regala una imagen especial y única. Vemos que está situado en lo alto de una formación rocosa. Esta escarpada situación del pueblo hacía que fuese inexpugnable; por ese motivo fue la población más importante del valle.


Para poder acceder al interior de esa mole hay que cruzar por una puerta escavada en la roca, el Portal de San José.
Este portal divide los dos núcleos de población; el pueblo propiamente dicho y el castillo completamente amurallado.
Entramos en esta fortaleza, visitamos la Casa de los Orduña, vimos la iglesia de la Asunción y nos fotografiamos, como la mayoría de viajeros, delante de la mejor vista, arriba de todo, en la torre-cementerio (conocida como el Castillo del Rey).
Delante, cortado sobre el barranco, queda el campanario de la iglesia, todo un símbolo de Guadalest. Muy cerca, el castillo de Alcozaiba que se comunica a través de una escalera con la casa de Orduña, la más antigua del valle.


En el exterior, todas las calles del pueblo están empedradas y sostienen casas blancas encaladas y luminosas que albergan tiendas y locales de descanso, todo preparado para la enorme cantidad de visitantes que recibe este lugar que fue declarado conjunto histórico artístico.
En lo alto de la calle principal (carrer del Vent), cuando ya no se puede ir más arriba, hay una pequeña plaza. Allí se encuentra el Ayuntamiento, rodeado de mesas de bares y restaurantes. Luego nos detuvimos en un mirador. Las vistas que allí se divisan son inmejorables porque puedes ver cómo las montañas cierran el valle. En la base, transmitiendo serenidad y romanticismo, las aguas del embalse.


Más tarde comimos cocina típica de la zona en un restaurante de Benimantell, “L'obrer”, recomendado por la calidad-precio. Nos gustó mucho el plato típico que nos recomendaron: ”la olleta de blat”, con alubias, acelgas, pencas y nabos. De postre, helado de nísperos porque éstos son los reyes de este valle. Nos dijeron que en mayo, antes de la recogida, los campos de nísperos lucen espectaculares.


De regreso, cerca de Callosa, vimos la Fuentes del Algar, un paraje natural muy concurrido. Se trata de una serie de fuentes y cascadas naturales que vienen de la montaña y desembocan en el río Algar. En la mayoría de los tramos se han formado pequeñas lagunas a distintos niveles. El aprovechamiento de ese lugar ha hecho que esté muy adecuado para los visitantes y, para poder entrar, hay que pagar una entrada. En la zona hay varias parcelas donde se pueden dejar los coches. También varios restaurantes.


Aunque el lugar es muy famoso, no nos gustó en demasía; quizá había hecho mella el cansancio del día. Quizá la proximidad de la bella Altea, lugar donde pernoctamos. Quizá nos pareció demasiado explotado turísticamente este paraje tan natural y agreste en sus principios...





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