Para seguir el contacto con esta hermosa
ciudad hay que dar varios paseos por las
orillas del Guadalquivir. Allí te encuentras gente bailando, corriendo, en bicicleta o
pescando. De tanto en tanto puedes coger un descanso en los bancos que miran al
río o tomarte una cañita en los kioscos de refrescos que hay a lo largo de la
avenida de Colón o la avenida de las Delicias.
Una de
mis ilusiones viajeras cuando proyecté esta escapada era llegar al puente de Triana y callejear por este barrio del que
dicen siempre ha tenido aspiraciones de independencia respecto al centro
histórico.
Al ir
acercándonos pude ver las casas pintadas de colores vivos de la calle Betis, al lado del río. Es un
paseo muy bonito y que vale la pena hacerlo.
Triana es uno de los
barrios con más solera y carisma que existen. Muy marinero y de gran tradición
sevillana. Es cuna de toreros, cantaores, flamencas, artistas y alfareros
(como Justa y Rufina, santas patronas de
la ciudad, que vendían loza en un puesto del mercado trianero)
Triana vio crecer artistas
de la talla de: Antonio Canales, Marifé de Triana, Remedios Amaya, María
Jiménez, Isabel Pantoja, Juan Belmonte, entre muchos otros.
Cuando
cruzas el Puente de Triana disfrutas de
las vistas del skyline de Sevilla con
su Catedral, la Giralda y el Giraldillo. También contemplas una vista privilegiada de
la Plaza de toros La Maestranza y de la Torre de Oro, una torre de 12 lados que
fue construida en el año 1220 para vigilar el Río Guadalquivir.
¿Qué nos dice el pasado histórico de Triana?
Cuentan
muchas historias y leyendas acerca del origen del barrio de Triana. Unos dicen que sus orígenes se remontan a la época romana, a juzgar por los restos romanos hallados en la
zona. Se cree que Triana debe su
nombre (Trajana-Triana) a la colonia romana fundada por el emperador Trajano,
transformada luego por los árabes en Tarayanah.
Otra
opción es la leyenda sacada de la
mitología griega que decía que el fundador de Sevilla, Hércules, estaba
enamorado de la diosa Astarté a la que perseguía allá donde fuera. Ella, muy
inteligentemente, se refugió en la orilla occidental del río Guadalquivir
fundando así lo que hoy se conoce como Triana.
¿Qué ver en Triana?
Triana no es un barrio
monumental ni repleto de atracciones turísticas. El encanto principal es su
ambiente típicamente sevillano. Lo mejor para conocerlo es perderse por sus calles.
Una vez
cruzado el puente de Triana nos encontramos con la Plaza del Altozano y el
monumento a Juan Belmonte que tiene una oquedad a la altura del pecho del
torero que enmarca vistas a
la Maestranza, la Torre del Oro y la Giralda, un
encuadre fotográfico típico del barrio.
Esta
plaza es un lugar de compras y
encuentros que afortunadamente no ha sucumbido al imperio de lo gourmet. En torno a este lugar hay además tiendas de cerámica en
las que perderse entre azulejos, tiestos, cuencos y platos trianeros.
Triana fue uno de los focos
de la historia negra de España debido a que el Castillo de San Jorge,
una fortificación visigoda, fue la sede
de la Santa Inquisición Española desde
1481. Siglos más tarde el castillo fue derribado para agrandar esta Plaza del Altozano y así crear el
Mercado de Abastos que no pude visitarlo
porque estaba cerrado. ¡Lo sentí porque visitar mercados me apetece siempre!
A día de
hoy se pueden visitar las ruinas que quedan del castillo y ahondar más en la oscura
historia del edificio. Pero pasamos de “inquisiciones”
En una
esquina del puente se encuentra una pequeña capilla, es la de la Virgen del Carmen. Esta capilla fue construida
en estilo mudéjar y presume de unos azulejos
preciosos. Nos cuentan que tiene muchos seguidores y una de las hermandades más
conocidas de la Semana Santa está asociada a ella. Debido a su ubicación, al
lado del río, tiene sentido que la Virgen del Carmen sea la protectora de los
marineros.
Disfrutamos
admirando el colorido de las casas de la
calle Betis, y seguimos paseando por el tranquilo Paseo de Nuestra Señora
de la O, junto al río, al que se accede a través del histórico callejón de la Inquisición, lugar por donde eran conducidos los reos y herejes juzgados
por el Santo Oficio en el colindante castillo de San Jorge.
Recorrer el río por
esta orilla de Triana al atardecer, permite admirar cómo el
cielo va transformándose de color mientras los diferentes puentes que unen las
dos partes en las que queda dividida Sevilla se iluminan.
Así es Triana: humilde, sencilla, llana y auténtica.