dimarts, 12 de març del 2019

SEVILLA. BARRIO DE TRIANA





Para seguir el contacto con esta hermosa ciudad hay que dar varios  paseos por las orillas del Guadalquivir. Allí te encuentras  gente bailando, corriendo, en bicicleta o pescando. De tanto en tanto puedes coger un descanso en los bancos que miran al río o tomarte una cañita en los kioscos de refrescos que hay a lo largo de la avenida de Colón o la avenida de las Delicias.

Una de mis ilusiones viajeras cuando proyecté esta escapada era llegar al puente de Triana y callejear por este barrio del que dicen siempre ha tenido aspiraciones de independencia respecto al centro histórico.
Al ir acercándonos  pude  ver las casas pintadas de colores vivos de la calle Betis, al lado del río. Es un paseo muy bonito y que vale la pena hacerlo.



Triana es uno de los barrios con más solera y carisma que existen. Muy marinero y de gran tradición sevillana. Es cuna de toreros, cantaores, flamencas, artistas y alfareros (como  Justa y Rufina, santas patronas de la ciudad, que vendían loza en un puesto del mercado trianero)
Triana vio crecer artistas de la talla de: Antonio Canales, Marifé de Triana, Remedios Amaya, María Jiménez, Isabel Pantoja, Juan Belmonte, entre muchos otros.
Cuando cruzas el Puente de Triana disfrutas  de las vistas del skyline de Sevilla con su Catedral, la Giralda y el Giraldillo.  También contemplas una vista privilegiada de la Plaza de toros La Maestranza y de la Torre de Oro, una torre de 12 lados que fue construida en el año 1220 para vigilar el Río Guadalquivir.




¿Qué nos dice el pasado histórico de Triana? 


Cuentan muchas historias y leyendas acerca del origen del barrio de Triana. Unos dicen que sus orígenes se remontan a la época romana, a juzgar por los restos romanos hallados en la zona. Se cree que Triana debe su nombre (Trajana-Triana) a la colonia romana fundada por el emperador Trajano, transformada luego por los árabes en Tarayanah.
Otra opción es la leyenda sacada de  la mitología griega que decía que el fundador de Sevilla, Hércules, estaba enamorado de la diosa Astarté a la que perseguía allá donde fuera. Ella, muy inteligentemente, se refugió en la orilla occidental del río Guadalquivir fundando así lo que hoy se conoce como Triana.





¿Qué ver en Triana?

Triana no es un barrio monumental ni repleto de atracciones turísticas. El encanto principal es su ambiente típicamente sevillano. Lo mejor para conocerlo es perderse por sus calles.


Una vez cruzado el puente de Triana nos encontramos con la Plaza del Altozano y el monumento a Juan Belmonte que tiene una oquedad a la altura del pecho del torero que enmarca vistas a la Maestranza, la Torre del Oro y la Giralda, un encuadre fotográfico típico del barrio.
Esta plaza es un  lugar de compras y encuentros que afortunadamente no ha sucumbido al imperio de lo gourmet. En torno a este lugar hay además tiendas de cerámica en las que perderse entre azulejos, tiestos, cuencos y platos trianeros.

Triana fue uno de los focos de la historia negra de España debido a que el Castillo de San Jorge, una fortificación visigoda, fue la sede de la Santa Inquisición Española desde 1481. Siglos más tarde el castillo fue derribado para agrandar esta Plaza del Altozano y así crear el Mercado de Abastos que no pude visitarlo porque estaba cerrado. ¡Lo sentí porque visitar mercados me apetece siempre!
A día de hoy se pueden visitar las ruinas que quedan del castillo y ahondar más en la oscura historia del edificio. Pero pasamos de “inquisiciones”
En una esquina del puente se encuentra una pequeña capilla, es la de la Virgen del Carmen. Esta capilla fue construida en  estilo mudéjar y presume de unos azulejos preciosos. Nos cuentan que tiene muchos seguidores y una de las hermandades más conocidas de la Semana Santa está asociada a ella. Debido a su ubicación, al lado del río, tiene sentido que la Virgen del Carmen sea la protectora de los marineros.






Disfrutamos admirando el colorido de las casas de la calle Betis, y seguimos paseando por el tranquilo Paseo de Nuestra Señora de la O, junto al río, al que se accede a través del histórico callejón de la Inquisición, lugar por donde eran conducidos los reos y herejes juzgados por el Santo Oficio en el colindante castillo de San Jorge.
Recorrer el río por esta orilla de Triana  al atardecer, permite admirar cómo el cielo va transformándose de color mientras los diferentes puentes que unen las dos partes en las que queda dividida Sevilla se iluminan.





Así es Triana: humilde, sencilla, llana y auténtica.


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