Los Alpes regalan a Torino la corona más hermosa que una ciudad puede tener a sus alrededores: sus montañas alpinas. Como dijo Le Corbusier : “Torino posee la escenografía natural más bonita del mundo”.
Activa, acogedora, con un rico pasado y la vista puesta en el futuro, la bella Torino había tardado poco en conquistarnos.
El símbolo de Torino es la Mole Antonelliana, un edificio cuya silueta se ve desde cualquier punto de la ciudad. Su presencia parece un desafío a los Alpes, una competición con las montañas naturales y las arquitectónicas.
En una nueva jornada programamos ruta un poco más alejados del centro-centro.
Cerca de la Piazza Castello comienza otra de estas calles porticadas que dan personalidad a Torino: la Via Po. Cuando hablamos de la Via Roma ya dijimos que estos soportales se crearon en el s XVII para evitar a la nobleza la incomodidad del sol y de la lluvia.
Encontramos de nuevo tiendas, confiterías de productos artesanos que son una esquisitez, y elegantes cafés: Baratti & Milano, Mussolano, Caffe Fiorio, todos con su decoración intacta del S XIX.
La Via Po termina en la Plaza Vittorio Veneto. Es la plaza más grande de Torino y está situada cerca del río Po cerrando en el puente Vittorio Emanuele que la conecta con la Piazza de la Gran Madre di Dio.
La idea de que es la plaza más grande de Europa está muy extendida, especialmente entre la gente de Torino. En realidad es una inexactitud. El error proviene del hecho de que Piazza Vittorio Veneto en realidad tiene este récord, pero sólo considerando los cuadrados con arcadas.
El símbolo de la ciudad: la Mole Antonelliana
Llegados a esta ubicación decidimos acercarnos a la Mole Antonelliana que es la estructura más reconocible de la ciudad; es tan alta que no es difícil llegar a ella porque se ve claramente, porque sobresale, con una altura de casi 170 metros, por encima del resto de otros edificios notables.
En sus orígenes (comenzó su construcción en 1863) fue concebida como una sinagoga con la finalidad de dar un lugar de encuentro a la creciente población judía de Torino por aquel entonces capital de la recién unificada Italia.
Sobre una base cúbica se levanta una cúpula ojival que termina con un templo de columnas dobles que a su vez sostiene la punta de lanza que se clava en el cielo, alcanzando los 113 metros.
Se terminó en 1889, convirtiéndose en el edificio de ladrillo más alto del mundo que no está reforzado por una estructura de acero (impresionante título que sigue ostentando a día de hoy).
Si se quiere visitar es necesario subir en ascensor y pagar 7 euros. Este ascensor es de cristal y es una pasada el viaje hasta lo alto de la torre. Una vez allí se tiene una panorámica de 360º de toda la ciudad.
En su interior alberga el Museo del Cine que es de los más importantes del país.
Caminando por la ribera del Po
Los parques y las zonas verdes ocupan un papel relevante en Torino que es una ciudad verde. El diseño urbano ha tenido siempre presente las áreas de recreo, siendo una de las ciudades italianas más verdes y con mayor concentración de espacios sin asfalto.
Toda la ribera del río Po se ha recuperado e invita a acercarse, pasear y disfrutar del contacto con la naturaleza ya sea andando, corriendo o en bici. Este río atraviesa la ciudad y recibe aguas de sus tres afluentes: Dora Riparia, Stura y Sangore.
Las piernas un poco cansadas de los 6 Jubiletos decidieron que había que acercarse hasta el Parque de Valentino, con sus 42 hectáreas, porque es una de las zonas verdes de Torino más conocidas, que luce especialmente espectacular en esta época del año. De vuelta al hotel llamaríamos un taxi.
Es allí donde se encuentra la famosa escultura del banco con las dos farolas de hierro abrazadas que tanto aparece en el Instagram de los viajeros. Tenemos que decir que nosotros no nos dedicamos a encontrarla, sino que nuestra atención fue para los rincones que nos parecieron más atractivos.
Nos acercamos hasta el Borgo Medievale, dentro del parque, porque lo recomendaban algunos visitantes. Este Pueblo Medieval recrea el ambiente de una típica ciudad piamontesa del siglo XV. Hay un puente levadizo, tiendas de artesanía y una capilla. Pero a nosotros no nos pareció interesante como para visitarlo.
El Parque Valentino es el lugar perfecto para disfrutar de un poco de frescura y tomar un caffé, un maquiatto o un capuccino a orillas del Po en uno de los cafés que allí se encuentran. Y eso hicimos.
La colina del Capuccini
Y regresamos a la Piazza Vittorio Veneto, cruzamos el puente Emanuele I y admiramos la iglesia de la Gran Madre di Dio.
Allí mismo subimos (autobús 53) por la colina hasta el Monte dei Capuccini, donde se divisa la vista más hermosa de la ciudad.
El nombre de la colina viene del hecho que la casa de Savoia la dio a los capuchinos para que se construyeran una iglesia y un convento.
La mayoría de viajeros suben andando hasta el Mirador; son unos 15 minutos porque está más cerca de lo que nos pensábamos. La andada la hicimos de bajada para poder disfrutar de las diferentes vistas de la ciudad.
El cielo empezó a llenarse rápidamente de grandes nubarrones negros y ya no tenía sentido quedarse a ver el atardecer.
Las fuertes lluvias y el mal tiempo hizo que tampoco pudiéramos visitar la Basílica de Superga que tanto nos habían recomendado. La cripta de esta grandiosa iglesia barroca tiene los monarcas de la casa de Savoia y una magnífica vista de Torino desde la cúpula.
Lo que tampoco vimos son las montañas de los Alpes con nieve que estamos acostumbrados a ver en las típicas postales de Torino.
Ya tenemos algo pendiente para tener la excusa y volver a esta hermosa ciudad.