diumenge, 29 de gener del 2017

STOCKHOLM (UNA ESCAPADA DE TRES DÍAS)



Con vuelo Spanair directo de Barcelona llegamos al aeropuerto de Arlanda (para ir al centro, autobuses línea Flygbussarna, con salida cada 10 minutos y trayecto de unos 40 minutos) y directos a nuestro hotel, el Scandic Sjofarts. Hotel muy céntrico con decoración funcional (tipo IKEA) y habitaciones que simulan camarotes de barco. Está en la zona Södermalm, junto a la estación de metro de Slussen, todo muy cercano lo que permite ir a pie.



Primer día en Stockholm

Estocolmo fue nombrada por la Comisión Europea como la primera capital verde europea por su respeto al medio ambiente, su compromiso para la búsqueda de soluciones al cambio climático y su naturaleza seductora.
Es una ciudad cómoda y fácil de recorrer andando y la gente dispuesta siempre a ayudarte; todos hablan inglés lo que facilita un poco el entendimiento.
En mi libreta viajera llevaba escrito tussen takk (gracias) y ha det bra (hasta luego) y cogido a mi mano, mi querido profesor de inglés que, a pesar de llevar 45 años juntos, no me ha enseñado nunca nada … de inglés, se entiende.
Decidimos adaptarnos a horarios y costumbres del lugar como siempre hacemos y, con un mini-bocata de comida, aprovechar el día hermoso.



Lo primero que hice fue fijarme en los colores de las casas, son rojos, ocres, terrosos y sólo asoma el verde del cobre de algunos tejados
La ciudad se encuentra sobre 14 islas comunicadas entre sí por unos 50 puentes. Estocolmo vive sobre un lago, el Mälar, que tiene un metro más de nivel que el mar, el Báltico.


Cruzamos el puente Strömbron para llegar al embarcadero donde salen los barcos que hacen unos paseos turísticos. Hay que fijarse en las banderas amarillas.
El viaje duró casi dos horas y vale la pena porque desde el mar te haces una idea de este archipiélago.
Subimos al mirador Fjällgatan del barrio Södermalm para fotografiar la ciudad. A estas alturas aprendí que gatan significa calle.


El cielo empezó a cubrirse y una capa de niebla nos impidió hacer fotos claras.
Me llamó la atención una estatua de unas manos dedicada a 150 voluntarios que lucharon en la guerra civil española.
Este barrio tiene apartamentos de alquiler ( unos 1000 euros). Son casas muy sencillas y si te fijas en las ventanas casi todas tienen puesta una luz, como una ilusión en las noches oscuras.
En estos meses de verano se mantiene la luz como si fueran las 6 ó 7 de la tarde, son las noches blancas. Eso es bueno porque te permite callejear muchas horas, pero la mayoría de las tiendas cierran a las 5 de la tarde.
Si no queréis ir con mucho dinero, estáis de suerte, porque se puede pagar todo con tarjeta de crédito.


De regreso al hotel deambulamos por un barrio de tiendas, al sur de Norrmalm, por la calle del rey, Kunggatan, y por Regering. Son copia de las avenidas comerciales alemanas. Hay muchas galerías de tiendas con techo bajo y suelo con tubo de calefacción.
Pasamos por el barrio señorial por excelencia, Östermalm, con edificios antiguos, iglesia de torres picudas. Sólo hay tres iglesias católicas, todas las demás son luteranas.


Me fijé que hay Zara, Tous … , también Bar-Barcelona-Tapas y una peña del Barça.
Cenamos en una pizzeria italiana (200 krs la pareja) y fue nuestro primer contacto con el pan sueco, me encantó.
También con la bebida: agua pura y cristalina, muy fresquita y gratis en todos los restaurantes.



Segundo día: Gamla Stan, la vieja ciudad

El día amaneció muy lluvioso, nada que ver con el anterior.
Suerte del desayuno al estilo de los países nórdicos: huevos de varias maneras, bacon, salchichas, mermeladas caseras riquísimas, zumos, fruta, embutidos, tabla de quesos, salmón, salmón y salmón. La variedad de panes es una delicia y el café largo, aguado, con una punta de leche que siempre es fría porque dicen que el café ya sale hirviendo, es bueno.


No busques croisants, magdalenas,ni tostadas ni expresos; no estamos en el Mediterráneo.
Este banquete matinal te permite llegar a la cena con sólo un tentenpie al mediodía.
Paraguas, guía y chubasquero en mano, toda la mañana por la isla más bella de la ciudad, el barrio antiguo o Gamla Stan. Barrio pequeño, empedrado, peatonal, antiguo y húmedo. A pesar de la invasión de tiendas de souvenirs, el islote conserva un encanto casi intacto.


Primero vimos por fuera la Catedral luterana, Storkyrkan. En esta austera arquitectura se casó la princesa Vitoria, se casaron sus padres en 1976 y es el lugar donde cada año pronuncian sus discursos los laureados premios Nobel.
Pasamos por el Palacio Real, Kungliga Slottet, que podría rivalizar con Versalles, pero los reyes habitan en otro lugar.
Si os divierte el folklore se puede ver el relevo de la guardia real que dicen que dura una hora.


Nosotros lo que sí vimos es una estatuilla de un niño mirando la luna que está en el interior de un patio de una iglesia finlandesa. Es un niño pequeño que hay que tocarle la cabeza. La gente le deja monedas y caramelos.
Llegamos por fin a Stortorget o plaza Mayor , con sus casas de fachadas altas y estrechas pintadas de color ocre o rojo, es un testimonio de la presencia alemana donde el comercio hanseático fue floreciente. Llovía a mares y estuve buscando el café Grisllska Huset delante el Museo Nobel, no lo encontré y eso que se lo había prometido a Martuska.


Me encantó recorrer ese laberinto de calles mojadas por tanta agua y cruzar también por la calle más estrecha de Estocolmo. Las casas están apuntaladas con unos hierros para sujetarlas, según el dibujo y la forma de los hierros se sabe la época. Hay más de 400 casas antiguas.
Me fijé también en la bella iglesia alemana de Santa Gertrudis, Tyska Kyrkan.




Atravesamos un nuevo puente para visitar la isla de los Caballeros, Riddarsholmen que tiene una hermosa iglesia del mismo nombre. En ella están las sepulturas de los reyes suecos. Es un lugar bañado por una luz suave en el que reina una calma serena.

Desde allí se ve uno de los edificios más hermosos, el Ayuntamiento, Stadshuset, rojo, con su alta linterna, es considerado uno de los más hermosos de Europa. Su fachada y su torre cuadrada rematada por un campanario se alzan majestuosamente a orillas del lago Mälar. Es el símbolo imperecedero de la ciudad. Es allí donde se celebra cada diciembre la cena de concesión de los premios Nobel y en uno de sus restaurantes puede cualquier mortal solicitar que le sirvan el menú del año de su preferencia.



Nos hacía mucha ilusión visitarlo por dentro y también contemplar las vistas de la ciudad desde su torre, pero tuvimos que conformarnos con mirarlas desde su embarcadero.
Comimos en el restaurante Atrium del Museo Nacional. Es una cafetería situada a la izquierda del vestíbulo de entrada.. En 1994 el patio interior norte se transformó en un agradable restaurante con cocina sueca. Una cristalera filtra la suave luz. Es una chulada.
No recuerdo el precio del menú, pero es asequible y muy recomendable.



El tiempo dio un respiro y todo quedó apacible y hermoso para dar un paseo por la magnífica bahía, contemplando flores, barcos, edificios emblemáticos….hasta la estación de metro de Kungsträdgarden, de la línea azul. Cogimos un billete sencillo y recorrimos todas las estaciones de metro fotografiándolas y volviendo a subir en el siguiente metro sin salir al exterior. Cada una tiene una decoración friky muy original.




Tercer día: la isla de los animales o Djurgarden


Los holmenses están orgullosos de su Ekoparquen -el primer parque nacional europeo situado en plena ciudad-, del que forma parte la isla de Djurgörden. A este antiguo coto de caza se entra por la puerta azul, un elegante y artístico pórtico de hierro forjado. A pesar del día nublado estaba muy concurrido porque era fin de semana.
Para llegar a Djurgarden desde el centro urbano se coge el tranvia nº 7, el único que aún funciona con un único vagón azul pizarra. Circula cada 12 minutos.


En esta zona encontraréis un museo al aire libre: Skansen, sobre la historia de Suecia. Hay  casas, artesanos, tiendas, animales y personajes de carne y hueso vestidos con trajes de la época. Nosotros no lo visitamos porque empezó a llover y decidimos ir al Vasa.



El Museo Vasa es el más visitado por los turistas. En el interior, en un claroscuro muy teatral, necesario para la conservación del navío, podréis ver el increíble barco de guerra encargado por el orgulloso rey Gustavo II, que se hundió en el puerto de Estocolmo el mismo día de su botadura, después de un viaje de un centenar de metros.
El barco hundido durante siglos, es ahora una gloria nacional. Se visita sin subir a bordo, las exposiciones incluyen reproducciones que permiten imaginar la vida en el navío.
Un grupo de españoles contratamos un guía que lo explicó muy bien y nos gustó mucho.


Dentro de esta isla está el Museo Nordiska Museet, pero decían que es muy aburrido y no lo visitamos.
Durante los dos días vimos camiones llenos de estudiantes que celebran el final de secundaria y recorren la ciudad alborotados, bebiendo y tirando cerveza a modo de ducha.
Compré un cuento en español de la historia de Pippi Långstrump o Pippi Calzaslargas para mis nietos, ya que era un cuento que les gustaba a mis hijos cuando eran pequeños. Cuando voy de viaje intento conseguir cuentos de historias del lugar para su pequeña biblioteca.



La comida fue especial. Esta vez en la habitación pequeñísima del hotel. El menú consistió en jamón ibérico del bueno, pan sueco que compramos y nuestro vino “Yermos de Olduba” que viajó desde España envuelto en la ropa, junto al jamón envasado al vacío. Fue una sorpresa que no esperaban los otros cuatro amigos.


Al despedirme de la ciudad pensaba cómo consiguen ser tan delgados y guapos los nórdicos si al menos dos veces al día se entregan a la placentera, pero peligrosa tarea de comerse un buen trozo de tarta, un muffin y un enorme sandwich en cualquiera de los 3000 restaurantes y cafés de la ciudad que siempre están llenos.



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