Con
vuelo Spanair directo de Barcelona llegamos al aeropuerto de Arlanda
(para ir al centro, autobuses línea Flygbussarna, con salida cada 10
minutos y trayecto de unos 40 minutos) y directos a nuestro hotel, el
Scandic Sjofarts. Hotel muy céntrico con decoración funcional (tipo
IKEA) y habitaciones que simulan camarotes de barco. Está en la zona
Södermalm,
junto a la estación de metro de Slussen, todo muy cercano lo que
permite ir a pie.
Primer
día en Stockholm
Estocolmo
fue nombrada por la Comisión Europea como la primera
capital verde europea por
su respeto al medio ambiente, su compromiso para la búsqueda de
soluciones al cambio climático y su naturaleza seductora.
Es
una ciudad cómoda y fácil de recorrer andando y la gente dispuesta
siempre a ayudarte; todos hablan inglés lo que facilita un poco el
entendimiento.
En
mi libreta viajera llevaba escrito tussen
takk
(gracias) y ha
det
bra
(hasta luego) y cogido a mi mano, mi querido profesor de inglés que,
a pesar de llevar 45 años juntos, no me ha enseñado nunca nada …
de inglés, se entiende.
Decidimos
adaptarnos a horarios y costumbres del lugar como siempre hacemos y, con un mini-bocata de comida, aprovechar el día hermoso.
Lo
primero que hice fue fijarme en los colores de las casas, son rojos,
ocres, terrosos y sólo asoma el verde del cobre de algunos tejados
La
ciudad se encuentra sobre 14 islas comunicadas entre sí por unos 50
puentes. Estocolmo vive sobre un lago, el Mälar, que tiene un metro
más de nivel que el mar, el Báltico.
Cruzamos
el puente Strömbron
para
llegar al embarcadero donde salen los barcos que hacen unos paseos
turísticos. Hay que fijarse en las banderas amarillas.
El
viaje duró casi dos horas y vale la pena porque desde el mar te
haces una idea de este archipiélago.
Subimos
al mirador
Fjällgatan
del barrio Södermalm para fotografiar la ciudad. A estas alturas
aprendí que gatan
significa calle.
El
cielo empezó a cubrirse y una capa de niebla nos impidió hacer
fotos claras.
Me
llamó la atención una estatua de unas manos dedicada a 150
voluntarios que lucharon en la guerra civil española.
Este
barrio tiene apartamentos de alquiler ( unos 1000 euros). Son casas
muy sencillas y si te fijas en las ventanas casi todas tienen puesta
una luz, como una ilusión en las noches oscuras.
En
estos meses de verano se mantiene la luz como si fueran las 6 ó 7 de
la tarde, son las noches blancas. Eso es bueno porque te permite
callejear muchas horas, pero la mayoría de las tiendas cierran a las
5 de la tarde.
Si
no queréis ir con mucho dinero, estáis de suerte, porque se puede pagar
todo con tarjeta de crédito.
De
regreso al hotel deambulamos por un barrio de tiendas, al sur de
Norrmalm,
por
la calle del rey, Kunggatan,
y por
Regering. Son
copia de las avenidas comerciales alemanas. Hay muchas galerías de
tiendas con techo bajo y suelo con tubo de calefacción.
Pasamos
por el barrio señorial por excelencia, Östermalm,
con edificios antiguos, iglesia de torres picudas. Sólo hay tres
iglesias católicas, todas las demás son luteranas.
Me
fijé que hay Zara, Tous … , también Bar-Barcelona-Tapas y una
peña del Barça.
Cenamos
en una pizzeria italiana (200 krs la pareja) y fue nuestro primer
contacto con el pan sueco, me encantó.
También
con la bebida: agua pura y cristalina, muy fresquita y gratis en
todos los restaurantes.
Segundo
día: Gamla Stan, la vieja ciudad
El
día amaneció muy lluvioso, nada que ver con el anterior.
Suerte
del desayuno al estilo de los países nórdicos: huevos de varias
maneras, bacon, salchichas, mermeladas caseras riquísimas, zumos,
fruta, embutidos, tabla de quesos, salmón, salmón y salmón. La
variedad de panes es una delicia y el café largo, aguado, con una
punta de leche que siempre es fría porque dicen que el café ya sale
hirviendo, es bueno.
No
busques croisants, magdalenas,ni tostadas ni expresos; no estamos en
el Mediterráneo.
Este
banquete matinal te permite llegar a la cena con sólo un tentenpie al
mediodía.
Paraguas,
guía y chubasquero en mano, toda la mañana por la isla más bella
de la ciudad, el barrio antiguo o Gamla
Stan.
Barrio pequeño, empedrado, peatonal, antiguo y húmedo. A pesar de
la invasión de tiendas de souvenirs, el islote conserva un encanto
casi intacto.
Primero
vimos por fuera la Catedral
luterana, Storkyrkan.
En esta austera arquitectura se casó la princesa Vitoria, se casaron
sus padres en 1976 y es el lugar donde cada año pronuncian sus
discursos los laureados premios Nobel.
Pasamos
por el
Palacio Real, Kungliga Slottet,
que podría rivalizar con Versalles, pero los reyes habitan en otro
lugar.
Si
os divierte el folklore se puede ver el relevo de la guardia real que
dicen que dura una hora.
Nosotros
lo que sí vimos es una estatuilla de un niño mirando la luna que
está en el interior de un patio de una iglesia finlandesa. Es un
niño pequeño que hay que tocarle la cabeza. La gente le deja
monedas y caramelos.
Llegamos
por fin a Stortorget
o plaza Mayor
, con sus casas de fachadas altas y estrechas pintadas de color ocre
o rojo, es un testimonio de la presencia alemana donde el comercio
hanseático fue floreciente. Llovía a mares y estuve buscando el
café Grisllska Huset delante el Museo Nobel, no lo encontré y eso
que se lo había prometido a Martuska.
Me
encantó recorrer ese laberinto de calles mojadas por tanta agua y cruzar también por la calle más estrecha de Estocolmo. Las casas
están apuntaladas con unos hierros para sujetarlas, según el dibujo
y la forma de los hierros se sabe la época. Hay más de 400 casas
antiguas.
Me
fijé también en la bella iglesia alemana de Santa Gertrudis,
Tyska Kyrkan.
Atravesamos
un nuevo puente para visitar la isla de los Caballeros, Riddarsholmen
que tiene una hermosa iglesia del mismo nombre. En ella están las
sepulturas de los reyes suecos. Es un lugar bañado por una luz suave
en el que reina una calma serena.
Desde
allí se ve uno de los edificios más hermosos, el Ayuntamiento,
Stadshuset, rojo,
con su alta linterna, es considerado uno de los más hermosos de
Europa.
Su
fachada y su torre cuadrada rematada por un campanario se alzan
majestuosamente a orillas del lago Mälar. Es el símbolo
imperecedero de la ciudad. Es allí donde se celebra cada diciembre
la cena de concesión de los premios Nobel y en uno de sus
restaurantes puede cualquier mortal solicitar que le sirvan el menú
del año de su preferencia.
Nos
hacía mucha ilusión visitarlo por dentro y también contemplar las
vistas de la ciudad desde su torre, pero tuvimos que conformarnos con
mirarlas desde su embarcadero.
Comimos
en el restaurante Atrium
del Museo Nacional. Es una cafetería situada a la izquierda del
vestíbulo de entrada.. En 1994 el patio interior norte se transformó
en un agradable restaurante con cocina sueca. Una cristalera filtra
la suave luz. Es una chulada.
No
recuerdo el precio del menú, pero es asequible y muy recomendable.
El
tiempo dio un respiro y todo quedó apacible y hermoso para dar un
paseo por la magnífica bahía, contemplando flores, barcos,
edificios emblemáticos….hasta la estación de metro
de Kungsträdgarden,
de la línea azul. Cogimos un billete sencillo y recorrimos todas las
estaciones de metro fotografiándolas y volviendo a subir en el
siguiente metro sin salir al exterior. Cada una tiene una decoración
friky muy original.
Tercer
día: la isla de los animales o Djurgarden
Los
holmenses están orgullosos de su Ekoparquen
-el primer parque nacional europeo situado en plena ciudad-, del que
forma parte la isla de Djurgörden.
A
este antiguo coto de caza se entra por la puerta azul, un elegante y
artístico pórtico de hierro forjado. A pesar del día nublado
estaba muy concurrido porque era fin de semana.
Para
llegar a Djurgarden desde el centro urbano se coge el tranvia nº 7, el
único que aún funciona con un único vagón azul pizarra. Circula
cada 12 minutos.
En
esta zona encontraréis un museo al aire libre: Skansen,
sobre la historia de Suecia. Hay casas, artesanos, tiendas, animales y
personajes de carne y hueso vestidos con trajes de la época.
Nosotros no lo visitamos porque empezó a llover y decidimos ir al
Vasa.
El
Museo Vasa
es el más visitado por los turistas. En el interior, en un
claroscuro muy teatral, necesario para la conservación del navío,
podréis ver el increíble barco de guerra encargado por el orgulloso
rey Gustavo II, que se hundió en el puerto de Estocolmo el mismo día
de su botadura, después de un viaje de un centenar de metros.
El
barco hundido durante siglos, es ahora una gloria nacional. Se visita
sin subir a bordo, las exposiciones incluyen reproducciones que
permiten imaginar la vida en el navío.
Un
grupo de españoles contratamos un guía que lo explicó muy bien y
nos gustó mucho.
Dentro
de esta isla está el Museo Nordiska
Museet,
pero decían que es muy aburrido y no lo visitamos.
Durante
los dos días vimos camiones llenos de estudiantes que celebran el
final de secundaria y recorren la ciudad alborotados, bebiendo y
tirando cerveza a modo de ducha.
Compré
un cuento en español de la historia de Pippi
Långstrump
o
Pippi
Calzaslargas
para mis nietos, ya que era un cuento que les gustaba a mis hijos
cuando eran pequeños. Cuando voy de viaje intento conseguir cuentos
de historias del lugar para su pequeña biblioteca.
La
comida fue especial. Esta vez en la habitación pequeñísima del
hotel. El menú consistió en jamón ibérico del bueno, pan sueco
que compramos y nuestro vino “Yermos de Olduba” que viajó desde
España envuelto en la ropa, junto al jamón envasado al vacío. Fue
una sorpresa que no esperaban los otros cuatro amigos.
Al
despedirme de la ciudad pensaba cómo consiguen ser tan delgados y
guapos los nórdicos si al menos dos veces al día se entregan a la placentera,
pero peligrosa tarea de comerse un buen trozo de tarta, un muffin y
un enorme sandwich en cualquiera de los 3000 restaurantes y cafés de
la ciudad que siempre están llenos.