Por
la mañana, cuando empieza a romper el día, el sol parece que no
quiere salir y la niebla es el decorado predilecto en esta zona.
Toda la Plana de Vic se despierta bajo esta bruma que humedece los
tejados. Y las callejuelas de estos pueblos huelen a una mezcla de
olor a cera y a esencia de lavanda.
Hace
frío. Habrá que esperar a las doce del mediodía para descubrir que
el día es claro. Entonces, el sol nos vendrá a visitar. Mientras,
empezaremos nuestra ruta en la capital de la Plana: la ciudad de Vic.
Callejear
por el centro histórico de esta ciudad es muy fácil si se sigue una
ruta muy bien señalizada que permite fijarse en treinta y dos
edificios de interés arquitectónico, histórico o artístico (Plano
muy didáctico que dan en la oficina de Turismo)
Los
más visitados son el Templo Romano del siglo II; las murallas del
siglo XIV, el Ayuntamiento y la Catedral donde confluyen el románico,
el gótico, el barroco y el neoclásico.
Pero
a nosotros lo que más nos gusta es El Mercadal o Plaza Mayor
porque es uno de los espacios más característicos y dinámicos
de la ciudad. Este emplazamiento ha acogido el mercado desde el siglo
IX, mucho antes de que se construyeran las casas que dibujan la
actual plaza; actualmente se celebra cada martes y cada sábado.
Hoy
en día todavía podemos encontrar paradas con productos de la
tierra, flores, artesanía y aves, así como paradas con todo tipo de
producto de ropa y complementos.
Saliendo
de Vic
dirección Roda de Ter, a medio camino, algunas curvas más allá
del pueblo de Tavérnoles,
encontramos
el primer motivo de la excursión: el
castillo de Savassona.
Este castillo se levanta sobre una peña, haciendo gala de una
situación entre estratégica e imponente.
Cerca
se disfruta de un magnífico mirador sobre el valle del Ter, la Plana
de Vic y Les Guilleries.
Debajo
veremos la Piedra de los Sacrificios, un enorme dado de roca, con
escalones y hoyos artificiales. Entenderemos, al verla, por qué la
imaginación popular la ha visto como un altar donde se celebraban
sacrificios humanos.
Pocos
metros antes de llegar al Parador de Turismo de Vic hay una pista que
nos lleva al monasterio de Sant
Pere de Casserres.
Hay
que contemplar bien este paisaje, sobre todo ahora que el pantano no
está muy lleno; hay que mirar las especies de cactus autóctonos y
las piedras escampadas que se usaron para construir el monasterio.
Las
aguas del pantano abrazan el monasterio que ha salido del olvido y
abandono de muchos años, para mostrar orgulloso su condición de
Monumento Artístico del Románico Catalán. Al final de la pista
encontramos el Centro de Acogida, (aparcamiento, bar, tienda,
restaurante, fotografías murales y mucha documentación del antes y
el después de la restauración)
Al
traspasar este centro el Monasterio se hace visible.
La
leyenda explica que los vizcondes de Cardona tuvieron un niño que a
los tres días de nacer habló anunciando que antes de un mes se
moriría, que pusieran su cuerpo dentro de una cajita y ésta sobre
un caballo. Allí donde el animal se parase habían de construir un
monasterio. El caballo llegó hasta una península formada por el río
Ter, conocida como Castrum
sierras,
castillo de las sierras, donde había una pequeña iglesia dedicada a
San Pedro.
Esto
pasaba a principios del siglo XI.
¿Qué
hay de cierto?
La
vizcondesa Ermetruit, en el año 1006, compró el dominio al Conde
Ramón Borrell de Barcelona con la intención de construir allí un
monasterio dedicado a San Pedro.
Los
vizcondes no tuvieron más descendencia y es probable que erigieran
el monasterio sobre los restos de su hijo.
A
partir del 1012 empezó a tener vida comunitaria, pero los siglos
XIV y XV decayó de tal manera que sólo había dos monjes. Estas
propiedades pasaron a manos de particulares y, en 1991, al
Gobierno, que llevó a cabo la restauración.
Actualmente
el monasterio alberga una exposición permanente donde se interpreta
la vida de los monjes, mediante la recreación de las salas que han
conservado la misma disposición a lo largo de los siglos.
Sant
Pere de Casserres
es una joya del románico catalán que, como consecuencia de haber
padecido un estado de pobreza permanente en mil años, prácticamente
no se ha modificado.
Llama
la atención la escasa altura de su campanario, de sólo un piso;
quizá puede ser la consecuencia de la falta de dinero.
Al
entrar te invade la austeridad del románico lombardo que destaca
sobretodo por una gran iglesia.
Esta
iglesia debió construirse con la entrada a poniente y el espacio
físico de que se disponía era mínimo. Por esta razón, la nave es
más ancha que larga y el suelo mantiene la pendiente del subsuelo.
El
pequeño claustro es uno de los lugares más acogedores y el
silencio que te envuelve es absoluto. Damos un paseo alrededor del
monasterio y enseguida vemos la espectacularidad de su emplazamiento.
El río Ter, en un punto de su recorrido, parece que quiera volver
atrás y se enfila hacia el norte dibujando un gran meandro y
formando una larga lengua de tierra, al final de la cual está este
conjunto arquitectónico.
Seguimos
ruta y, a
pocos kilómetros, encima de los peñascos que enmarcan el pantano de
Sau,Tavertet es ideal para terminar una jornada paseando tranquilamente y
disfrutando de su atractivo paisaje.
Son
muchos los urbanitas que, deseando relajarse y desconectar un poco de
tanto asfalto, eligen este rincón del Collsacabra.
Se
dice que se respira el aire más puro de Cataluña pero sin duda lo
más espectacular son los despeñaderos que limitan con el Valle del
Ter.
En
esta región montañosa este pueblo nos espera encaramado sobre los
cerros que enmarcan el pantano de Sau.
Su
espectacular situación, en el promontorio, es lo primero que nos
llama la atención. Luego el paisaje de los alrededores que le da
un aire bucólico te acaba de enganchar.
Anochece
y regresamos a la capital.