A tres kilómetros del mar, a
orillas del río Adour y su afluente Nive, nos encontramos Bayonne,
capital económica y
cultural del Pays Basque.
Su castillo antiguo amurallado, en el barrio de Grand-Bayonne, se extiende alrededor de la catedral de Saint-Marie, gótica, del XIII, con torres como lanzas en los tejados.
Su castillo antiguo amurallado, en el barrio de Grand-Bayonne, se extiende alrededor de la catedral de Saint-Marie, gótica, del XIII, con torres como lanzas en los tejados.
Quizá un poco saturada de ver
tantas catedrales en esta vida, me llamó más la atención el
mercadillo de pinturas que hay fuera. Siempre recuerdo la plaza Le
Tartre de París o la del Pino de mi Barcelona cuando visito mercados
callejeros de arte.
Compramos una litografía de
estilo naïf porque sentimos mucha empatía con los pintores.
En este barrio hay tiendas de
alimentación con encanto, librerías, anticuarios y artesanos.
Hay que visitar también el
mercado para fotografiar la explosión de color de los artículos que
allí se exponen.
Bayonne
es famosa por el jamón que lleva su nombre, pero a lo que de verdad
huele esta ciudad es a chocolate. Precisamente es en primavera
cuando se celebran las jornadas chocolateras y hay degustaciones de
los maestros chocolateros en la puerta de las pastelerías.
Hay que dar una vuelta también
por el barrio de la
Petit-Bayonne, de
calles estrechas, antiguas y llenas de bares y locales donde comer.
Siguiente jornada, en busca de ciudades marineras.
En el borde del océano y cerca de
la frontera española, se llega a la ciudad de Saint-Jean-de-Luz,
elegante urbe marinera
que fue villa ballenera y de corsarios que dejaron su huella en las
mansiones y ricos palacetes.
Actualmente es famosa por sus
balnearios. Visitamos la iglesia donde el Rey Sol se casó con
Marie-Thérèse en 1660 y la casa donde pasaron su noche de bodas. Lo
mejor el paseo con los pies descalzos por la playa, no muy lejos del
puerto.
A lo largo de la costa hay
Guethary
que es el pueblo más pequeño de esta costa vasca. También fue
antaño puerto de caza de ballenas, atunes y sardinas. Ahora este
chiquito puerto tiene espíritu festivo, siempre celebrando cosas.
Puedes encontrar comidas festivas, fiestas de pelota, danzas vascas,
bailes, incluso bodas en la calle; todo en el espacio entre
ayuntamiento y frontón. Me enamoró este pequeño puerto bañado por
el bravo océano con muchas barcas de colores en dique seco.
Se pasa por Bidart
hasta
llegar a Biarritz.
Biarritz tiene
un entorno natural privilegiado. Ubicado en el Golfo de Vizcaya,
entre el océano y la montaña, ofrece mucho sol, playa y actividades
deportivas y culturales. Antiguamente fue centro turístico de la
emperatriz Eugenia, y la ciudad atraía a todos los reyes de Europa.
Actualmente se ha convertido en una meca para los surfistas. Nos
acordamos de nuestro hijo Xavi, el surfista de la familia, que
siempre busca la ola.
Estas grandes olas azotan el
Rocher de la Vierge,
peñasco rodeado por las aguas al que se accede por una pasarela
metálica diseñada por Eiffel.
Por lo demás todo está lleno de
hoteles carísimos. Tiene un famoso Casino lleno de ruletas, mesas
de juego y máquinas tragaperras.