De toda la costa cantábrica Laredo es uno de los lugares con mayor desarrollo turístico del norte peninsular, e incluso se valora como un cierto desastre paisajístico. A pesar de eso hay un tesoro que sigue conservando: sus bellísimas e inacabables playas.
Laredo también es uno de los municipios que forman parte del parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, y se ubica en el margen oriental. Estas Marismas son punto clave en las rutas migratorias de numerosas aves acuáticas y marinas.
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Qué nos dice su pasado histórico ?
En cuanto a su historia, según la información de la página de turismo, Laredo aparece, en los primeros escritos, como asentamiento de un poblado de pescadores, allá por el año 757. Otros historiadores nos hablan de un Laredo mucho más antiguo, por las incursiones de celtíberos, cartagineses, romanos y visigodos. Lo cierto es que tuvo su auge durante los siglos XIII y XVII, que se ve reflejado en la estructura urbana de la zona de Puebla Vieja que viene de la fundación de Alfonso VIII.
En busca de estas raíces y de su activo pasado medieval nos adentramos en la parte más antigua de la población, conocida como la Puebla Vieja. Se trata de un entramado de seis callejuelas, llamadas rúas, dispuestas en red : rúa Mayor, San Marcial, Santa María, San Martín, rúa de Enmedio y Ruayusera o de Abajo. Todas ellas estuvieron antiguamente rodeadas de una muralla. Este núcleo antiguo se extiende elevado sobre las laderas de un peñón rocoso que guarda uno de los extremos de la entrada a la bahía de Santoña.
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Callejeamos poco a poco, con pies de jubileta ?
Caminando por las calles de Puebla Vieja se descubren hermosas fachadas de casas nobles del siglo XV al XVIII que se entremezclan con otros edificios de carácter popular; hay rincones curiosos y muy acogedores como la plazuela Marqués de Albaida.
En lo alto de Puebla Vieja se sitúa la joya monumental de Laredo: la Iglesia gótica de Santa María de la Asunción.
Es un templo que se levantó en el siglo XIII, de considerables dimensiones que lhace tenga aspecto de colegiata. Tuvo ampliaciones, reconstrucciones y reformas que le dan la belleza del acabado actual.
En el interior de la Iglesia, se conservan dos figuras doradas con forma de águila que fueron regalados por Carlos I a su paso por Laredo y que se encuentran situados en el Altar Mayor.
Pero la capilla de los Escalantes es sin duda uno de los rincones más interesantes que vimos. Sin embargo los entendidos dicen que el tesoro más valioso es el Retablo de Belén, considerado como la mejor obra de escultura gótica de Cantabria. Está realizado en madera de nogal traída de Flandes, policromada y dorada en el último tercio del siglo XV.
Llovía y llovía, pero había que estirar las piernas después de seis horas de coche. Por ese motivo y buscando buenas panorámicas decidimos explorar una de las cinco rutas a pie que Laredo ofrece al visitante. Estas rutas con encanto están bien explicadas, con detallado recorrido, en el folleto que ofrece la Oficina de Turismo. Elegimos la más corta por razones de tiempo y de condiciones metereológicas.
Rodeando la iglesia por su lateral izquierdo está el camino que permite ascender hasta lo más alto del peñón rocoso sobre el que se asienta la Puebla Vieja. Allí hubo una antigua fortaleza, la Atalaya, en la que se está trabajando para recuperar sus restos.
La Atalaya es el nombre de la ruta que hicimos. Tiene una distancia de sólo 2 kilómetros y una duración de una hora más o menos, ida y vuelta. Está muy bien indicado. En lo alto encontraremos el Fuerte ( unas construcciones del XVIII que se están recuperando) y los miradores de la Caracola. Desde allí se divisa el casco urbano de Laredo y su inmensa playa. A pesar del viento y de la lluvia valió la pena subir por las vistas que nos ofrecen los miradores en lo alto.
Este
casco antiguo es también la zona donde se concentra la oferta de
restaurantes para comidas y tapeo por lo que el bullicio de gente es
constante.
Bajando de la ruta, a los pies de la Puebla Vieja está el barrio del Arrabal, núcleo del primer ensanche de la villa en el siglo XIV. Aquí se sitúa el Ayuntamiento, un edificio del siglo XVI con un atractivo porche de ocho arcos. Frente al edificio municipal hay una estatua dedicada al Emperador Carlos I de España, que visitó en 1556 la villa en el que iba a ser el último viaje por mar de su vida, antes de su retirada al monasterio extremeño de Yuste.
Todos los años se celebra una fiesta, la de “El Desembarco de Carlos I y V de Alemania”
Hay también otros interesantes edificios medievales y de la Edad Moderna. Así, la Casa Palacio de Zaráuz del siglo XVIII , de fachada blasonada, pórtico con cuatro arcos y balcón de forja; la Casa de los Puntales, de la que se dice que fue vivienda de piratas; el Convento de San Francisco, hoy residencia de las madres trinitarias, con un bonito patio herreriano.
Cogiendo la avenida Menéndez Pelayo que sirve de separación a la parte vieja se llega al núcleo turístico moderno. Éste se extiende paralelo a la playa de la Salvé, un larguísimo arenal de 5 km de longitud y finas arenas de color blanco.
Más adelante estas arenas confluyen con las del Playón y el Regatón, playas formadas sobre la ría del Asón, y que encierran la ciudad por su espalda, de modo que Laredo queda enmarcado entres dos interminables playas de arena fina.
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Llegó la hora de sentarnos y probar su gastronomía ?
Regresamos a Rúa Mayor porque era tiempo de saborear los productos del Cantábrico. Elegimos al azar y acertamos, que no siempre lo hacemos. Un regalo para los sentidos: la vista, por los colores que bailaban en los platos y el decorado del entorno; el gusto y el olfato por la exquisitez de lo que comimos; el tacto por las texturas de lo comido y el oído por las explicaciones de su cocinero.
Cachopo
Pastel de cabracho