dissabte, 27 d’abril del 2019

CALLEJEANDO POR LUGO






Estando de ruta por la Ribeira Sacra lucense llegó a mis manos un periódico local que insertaba un anuncio promocionando turísticamente la ciudad de Lugo.

“PARA COMER, LUGO”- decía.

También decía que es una de esas ciudades de Galizia que merece al menos un día de visita  para disfrutar de su muralla, sus animadas calles, su Catedral y como no, su gastronomía.
Sólo 60 kilómetros nos separaban desde Monforte de Lemos, capital de Ribeira Sacra, y atraídos por ese eslogan, decidimos hacer una escapada.
Lugo nos recibió con un día fantástico de otoño y con un sol que hacía guiños pensando en las fotografías que haríamos con esa luz brillante.





Cuando divisamos la imponente Muralla Romana que protege todo el casco antiguo, me quedé encandilada  por su belleza sencilla y el grado de conservación que tenía.
  
Nuestra visita comenzó en la Puerta de Santiago que es una de las diez puertas de la muralla y da entrada a la plaza en la que se encuentra la Catedral. Era una puerta privada;  vamos, que sólo podían utilizarla los canónigos y sus criados. Reconstruida en el s XVIII  mira a la fachada principal del templo catedralicio.






La Catedral, dedicada a la Virgen de los Ojos Grandes, es uno de los monumentos imprescindibles de visitar por su espectacularidad y grandeza.
Es de origen románico (s XII) y se conserva parte de este estilo en los cimientos. Con el paso de los años ha sufrido reformas y  podemos encontrar  gran variedad de elementos de otros estilos.
La actual Catedral es, a grandes rasgos, de fachada barroca y de corazón románico (planta de cruz latina, nave central, parte de los laterales).
No accedimos al interior por estar cerrada en ese horario, pero me hubiese gustado hacer una de las visitas que se programan a las torres.



Siguiendo un itinerario a pie mirando un plano muy ilustrativo que nos dieron en la  información del parking donde aparcamos,  localizamos interesantes rincones, casas señoriales, iglesias  y plazas muy bonitas.
La primera de esas plazas que encontramos fue en la parte trasera de la Catedral, la Plaza de Santa María, una de las más bonitas de Lugo, dicen. Allí se pueden ver restos de una piscina romana.





Más adelante está la Plaza Mayor o Plaza de España. En esta plaza hay un edificio que destaca por encima de los otros: es la Casa Consistorial o Ayuntamiento. Me gustó mucho el reloj y el escudo pétreo que tiene la fachada. Todo el edificio está sobre soportales.






Muy cerca está una plazoleta que hay que ver. En este caso, se trata de un pequeño y coqueto lugar, de los que tanto me gustan: la Plaza del Campo. Tiene una fuente en el centro, gruesos soportales y una bodega que aún sobrevive al paso de los tiempos (En la Edad Media allí se montaba el mercado). Está rodeada de unos pazos del s XVIII. ¡Vaya, que no le falta nada!

Estaba muy concurrida porque se trata de uno de los mejores lugares para tapear en la ciudad y nosotros también hicimos un alto para tomar un piscolabis.
Continuamos recorriendo las calles cercanas con un tranquilo paseo  y descubrimos un montón de detalles fotografiables, especialmente en la Rúa da Cruz y la Rúa da Nova. 









Pero nos faltaba lo mejor de la ciudad: la Muralla Romana.

La Muralla es una joya única en el mundo que ha marcado la imagen de la ciudad desde que la construyeron los arquitectos romanos en la segunda mitad del siglo III.
Tiene 2,2 kilómetros y 71 torreones, siendo la única de la tierra que conserva todo su perímetro intacto desde su origen.
Para atravesarla, los lucenses y visitantes tienen 10 puertas, de las que 5 son todavía originales. Esta preciosidad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y, es tan especial, que está hermanada con la Gran Muralla China.

Dice la leyenda que se construyó para proteger un bosque, el “Bosque Sagrado de Augusto”, en latín Lucus August, de donde procede el nombre de Lugo. Pero lo que es verdad es que la muralla lo que delimita es el casco histórico de la ciudad.







A la parte superior de la muralla se le llama Adarve o Paseo de Ronda y da lugar a un recorrido de más de dos kilómetros; este paseo por lo alto  es de esas cosas que hay que hacer sí o sí cuando visitas la ciudad.

Antiguamente se podía acceder a él a través de unas escaleras dobles que eran móviles. Hoy en día, son unas rampas las que nos llevan a este lugar. Desde arriba se tiene una nueva visión de la ciudad que nos encantó.

El día no daba para más y debíamos regresar  a la capital de la Ribeira Sacra que era nuestro destino.





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