Bled es una postal, una de esas imágenes que encontramos en los calendarios y nos hacen pensar en lo bien que estaríamos en ese lugar, relajados y sin hacer nada, sólo contemplándolo y sin meditar. Es el paisaje perfecto. Una idílica estampa sacada de la tela del mejor pintor que os podáis imaginar.
La descripción de este paisaje sería: un lago - con un islote sobre el que se vislumbra un campanario de un monasterio- y encaramado en una rocosa pared, un precioso castillo medieval que sobresale por encima de un bosque que parece cuidarlo y protegerlo. A eso habría que añadir que, en días despejados, todo parece empequeñecido por las altas cumbres de los Alpes Julianos y el Karavanke (cordillera que separa Austria de Eslovenia).
Bled está a unos 55 km al norte de Ljubljana, la capital del país, en los Alpes Julianos, al noroeste de Eslovenia, a unos 475 metros de altitud sobre nivel del mar
El principal atractivo de Bled es su lago; tiene 2.120 m de largo, 1.380 m de ancho y 30 m de profundidad, y es consecuencia de la recesión del glaciar Bohinj. En invierno se congela y en verano sus playas de hierba permiten baños refrescantes.
Acceder al islote del lago es una de las prioridades de los viajeros que lo visitan. Se pueden alquilar botes de remo y piraguas, pero lo más deseado es acceder en unas barcas especiales de madera llamadas pletna. En estas barcazas pueden viajar unas diez personas, por ello hay que tener en cuenta que hasta que no se llenan, no circulan.
Al llegar al islote nos espera una majestuosa escalera de 99 peldaños, del siglo XVI, que da acceso a la Casa del Capellán, la Casa del Preboste y a la Iglesia de la Asunción.
Tradicionalmente los novios cargan a las novias mientras que permanecen en silencio. Con este acto se garantizan prosperidad y felicidad. La iglesia de la Asunción también tiene unas campanas que pueden ser volteadas por los viajeros. Este gesto es símbolo de buena suerte entre los habitantes de la zona. (La visita os llevará una media hora)
Cuando regresamos a la orilla, a Joseph se le ocurrió que debíamos dar la vuelta a todo el lago siguiendo la ribera. A mitad de camino creía ya que no terminaría el rodeo, pero no había marcha atrás. Después de dos horas a pie entre castaños y sauces de ribera llegué cansada, pero satisfecha de haberlo hecho.
Pasamos la noche en la Penzion Mlino, a orillas del lago, un lugar con encanto. Cenamos comida eslovena y probamos el postre estrella de esa zona, la Kremna Rezina (pastel de crema y hojaldre) junto a un café esloveno. Al acostarme, dentro de sábanas blancas, me sentía aquella Sissi Emperatriz de mis años jóvenes.
En casi todos los lugares nos entendían en inglés, incluso en algunos en italiano. Las gentes de Bled y de toda Eslovenia son muy hospitalarios y hacen todo lo posible por agradar a los viajeros que vienen a conocer su país. Me gustó el detalle de tener una cesta de manzanas en el mostrador de recepción del alojamiento y que pudieras coger una cada vez que pasabas.
A las 8 de la mañana del día siguiente entrábamos en el Castillo de Bled. Se puede llegar hasta el aparcamiento con vehículo propio o hacer una caminata de unos 15-20 minutos desde el pueblo.
El Castillo es el más antiguo de todos los castillos eslovenos (en 2011 cumplió 1.000 años). Construido sobre una roca a 130 m, esta fortaleza se levanta imponente sobre el lago. ¡Imaginad las vistas !
La parte más antigua es la torre románica; posteriormente, al final de la edad media, se construyeron más torres y se mejoraron las fortificaciones. Los edificios históricos se distribuyen en torno a dos patios conectados por una escalinata.
Este lugar actualmente tiene vida, porque alberga un museo –que guarda una imprenta manual tradicional, la herrería y la bodega–, un restaurante y, en los meses estivales, se hacen visitas teatralizadas y otras actividades.
A un kilómetro de allí se encuentra la remota ermita de Santa Catalina, casi tan antigua como el castillo de Bled. El lugar donde está situada es muy hermoso porque está rodeado de montañas. Es una bonita excursión desde Bled, porque el camino hasta ella es bello y entretenido.
Otros lugares más que recomendables aprovechando la visita a Bled son la de su lago gemelo Bohinj, que no está muy lejos, la escalada hasta el Triglav para disfrutar de sus lagos de colores, o la visita al río esmeralda Soca que os puede fascinar. (Nosotros no lo hicimos)
Los amantes de la naturaleza y el senderismo deben visitar el Centro de información Triglavska, cerca de Bled, donde se puede obtener información sobre los caminos de montaña más bonitos que discurren por los Alpes Julianos, incluido todo el Parque Nacional de Triglav.