Cuando Joseph me propone escapada a Cuenca no me lo pienso dos veces y digo “sí” porque vuelvo contenta, relajada y renovada. Ha de proponérmelo él porque es quién controla los tiempos de las labores en las viñas. (Vamos siempre desde Teruel). Para mi esa escapada es salir de la rutina y monotonía rural, dormir una noche en un lugar diferente y catar la gastronomía castellana.
Cuenca se alza en medio de los campos castellanos-manchegos y tiene ese encanto especial por su privilegiada situación entre las hoces del Huécar y el Júcar, por su animado ambiente y por su rica gastronomía.
Ya es de sobra conocido que forma parte de las ciudades Patrimonio de la Humanidad de España (desde el año 1996) y que su principal atractivo son sus “casas colgadas” que no colgantes.
El mejor consejo es: calzad unos zapatos cómodos adecuados para patear todos los rincones, ascender todas las cuestas, encaramarse a puentes y miradores y volver a subir y bajar por pendientes empedradas.
Si vas en coche, lo mejor es atravesar el casco antiguo y aparcar en la zona del Castillo. Luego bajar desde la muralla (hay que poner imaginación en verla porque queda poco de ella) hasta la Plaza Mayor.
Todo lo que hay que admirar viene seguido.
Empezamos la ruta en las ruinas del Castillo del que se conserva el Arco de Bezudo de la puerta de entrada, unos torreones cuadrados y trozos de muralla.
En este punto encontramos las primeras vistas de las casas que bordean la Hoz del río Huécar y el Convento de San Pablo.
Bajamos por la calle de San Pedro que une esta parte alta y noble con la Plaza Mayor. En el camino veremos casas señoriales, iglesias y conventos como el de las Angélicas que hace esquina con la plaza de San Nicolás.
Así llegamos a los pies de la Catedral en la plaza Mayor. Esta plaza, de forma trapezoidal, parece no ser llegada ni destino de camino alguno.
En la Catedral de Cuenca, que se construyó sobre una antigua alcazaba árabe en el siglo XII, se mezclan elementos arquitectónicos de diferentes estilos, incluso vidrieras modernas elaboradas en talleres artesanales.
Plaza Mayor |
En esta Plaza Mayor hay un buen puñado de mesones, restaurantes y bares donde comer o cenar. Con el buen tiempo, las terrazas salen y el ambiente un viernes por la noche es fantástico.
Desde allí los arcos del Ayuntamiento nos conducirán hacia la parte nueva. Después de atravesar calles retorcidas con caserones de rejas bonitas, caminamos hasta que veamos reflejada nuestra imagen en el río, espejo al que también se asoman las famosas Casas Colgadas.
Hubo un día en que toda la hoz del Huécar estuvo sembrada de Casas Colgadas. Hoy en día sólo quedan tres en pie, son del siglo XV y fueron restauradas en el XX.
Otro espacio muy fotogénico es el Convento de San Pablo convertido en Parador de Turismo. (Estos jubiletos se hospedaron una noche allí). Este convento se levanta desde la roca, junto a la iglesia del mismo nombre. Hasta ellos se llega cruzando el Puente de San Pablo, otro símbolo de la ciudad.
Claustro del convento de San Pablo convertido en Parador de Turismo |
Convento de San Pablo convertido en Parador de Turismo |
Portada del Convento de San Pablo |
Al cruzar el Puente de San Pablo hay que olvidar el vértigo si se quiere contemplar Cuenca desde la otra orilla del Huécar.
De nuevo en el centro
Y de nuevo en el centro del casco antiguo paseamos por la calle de Alfonso VIII o de las casas coloreadas, que comunica la parte alta con la baja de la ciudad. Si se observan las casas, se comprueba que nada tienen que ver con las mansiones de arriba, aquí son más humildes.
Las casas coloreadas |
Encontramos la Torre de Mangana. El nombre de Mangana se usaba desde el siglo XV para designar el reloj de la ciudad; el tiempo de Cuenca lo mide el reloj de esta torre. Es de estilo neomudéjar y está asentada en la antigua zona de la judería. Desde este lugar se domina la hoz del Júcar.
La Torre de Mangana |
Nuestra jornada terminó en la Puerta de San Juan. Desde allí en paseo nocturno disfrutamos de la ciudad casi a solas.
Miradores de Cuenca
Una de las cosas que merece la pena visitar son los Miradores por las vistas panorámicas que tienen. Lo habíamos dejado para el día siguiente, pero el tiempo no mejoró y las fotos salieron muy poco luminosas.
Donde se alza la Torre Mangana en la plaza del mismo nombre hay un mirador con vistas a la ciudad nueva, a la Hoz del río Júcar y al casco antiguo.
Otro mirador con muy buenas vistas se encuentra debajo de las casas Colgadas, en la calle Canónigos.
Un poco más abajo está el puente de San Pablo, construido en hierro y que sustituye al puente de piedra de 1589 que había en su lugar. Dicen que son muy hermosas las vistas con la luz del amanecer porque esa luz tiñe de color las Casas Colgadas.
Si se sube hasta el Castillo, frente a sus ruinas, el camino de descenso ofrece un mirador natural que se abre al río Júcar. Arriba hay unos bancos protegidos por árboles que ofrecen una vista del oeste cuando se pone el sol.
En la zona más alta de la ciudad, más arriba del Castillo, están el Mirador de la Hoz y el Mirador del Rey. Se llega a ellos tras un corto paseo.
Pero si quieres tener unas vistas fantásticas de todo Cuenca hay que ir al Cerro del Socorro, al Mirador del Sagrado Corazón de Jesús. Se puede llegar en coche por la carretera de Palomera o andando desde el Parador de Turismo por un camino y caminata de unos veinte minutos.
Toda clase de información en la web de : Turismo de Cuenca