OPORTO
enamora... ¡y sólo tendréis dos días para empaparos de toda su
esencia!
Ese
encanto especial que
tiene
su centro histórico hace
que haya
sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Abraza
al río
Duero de
tal forma que parece que está hecha de puentes, es una ciudad
antigua volcada a su río y al mar. Las callecitas enmarañadas de la
parte vieja la llenan de historias y colores con sus típicas casas y edificios con muchos siglos a sus espaldas.
Los
barrios de Ribeira,
Barredo y Miragaia están
cercados por las murallas Fernandinas y dan forma al casco histórico.
Pero fuera de ellas, Oporto se ha ido extendiendo con edificaciones
magníficas de los más variados estilos.
Esta
ciudad es un lugar muy especial; tal vez sea ese aire de decadencia
que la invade, tal vez sea la vida que se respira en ella o tal vez
sea sus elegantes barrios y villas señoriales en contrapunto con las
estrechas calles y viejos callejones.
Oporto
es
una
ciudad para recorrerla andando, disfrutando al máximo de sus
estrechas callecitas cargadas de historia y nostalgia.
Un paseo al anochecer junto a la ribera del río Duero, la sensación
que produce entrar en el Mercado do Bolhao o el sabor de sus dulces
vinos son algunas de las cosas que se pueden hacer en Oporto.
¿Qué
ver en esta ciudad? No pretendo soltaros la ristra completa de
iglesias, plazas y calles; pues esa información os la darán mucho
más completa en las oficinas de turismo. Pero sí intentaré daros
ideas sobre cómo ver lo más destacado de Oporto en un par de días.
Llevad
calzado cómodo y desayunad fuerte porque… ¡Oporto está llena de
cuestas!
A
CAMINAR ! Comenzad en la Avenida de los Aliados e ir
bajando hacia el Duero. De camino al río podréis ver lo más
turístico de la ciudad: la zona centro (Catedral, Mercado, Torre de
los Clérigos, Palacio de la Bolsa, Jardín Juan Chagas, y un largo
etcétera). Cuando lleguéis al Duero… ¡Qué vistas! Recomiendo
especialmente llegar por la Plaza de la Ribera, pues el marco os
encantará: el río, el puente de San Luis con el Monasterio de la
Sierra del Pilar al fondo, las bodegas de la otra orilla… ¡Y más
de noche!
LO
QUE MÁS NOS GUSTÓ:
El
puente de Luis I y sus alrededores
porque es uno de los lugares mas bellos y románticos de Portugal;
basta con darse un paseo al atardecer por la pasarela superior del
puente para poder comprobar la belleza de las vistas que nos ofrece.
Ese encanto y majestuosidad que nos brinda hacen que sea una de los
lugares mas queridos por los “tripeiros” (con este nombre se
conoce a sus habitantes).De noche, iluminado, es asombroso y pasear
por él a semejante altura... impresiona.
Puedes
llegar a este punto dando un paseo por la Ribera.
Este
muelle es la
zona más típica de la ciudad y está situado en la zona baja a
orillas del río Duero. Es una especie de paseo marítimo, pero
fluvial, lleno de terrazas y bares con mucho ambiente y muy
concurrido. En uno de los extremos se encuentra la Plaza de la Ribera
(Plaça da Ribeira), que era el centro de la actividad comercial de
la ciudad desde el siglo XIV y el mejor sitio para tomarse una copita
de vino oporto.
Al
final del muelle se encuentra el emblemático Puente de Luis I que
comunica la ciudad de Oporto con la villa de Vila Nova de Gaia, donde
están las bodegas de vino. A lo largo del muelle hay distintas
empresas que organizan cruceros por el Duero, por lo que una de las
estampas más típicas de este paseo son los llamados "rabelos",
unos
barquitos de madera construidos originariamente para el transporte de
los toneles de vino.
Me
encantó la Iglesia
de los Clérigos
y su esbelta torre porque sigue siendo el lugar más emblemático de
esta ciudad. Es
un conjunto que pertenece al estilo barroco y rococó, del siglo
XVIII, construido por la orden de lo Clérigos y realizado en piedra.
La torre parece el ex libris de la ciudad.
Visitamos
también la Estación
de San Bento,
punto de salida de toda la red ferroviaria. Hay que entrar a verla
por dentro, porque es un auténtico monumento.
Pero
el
edificio religioso más importante de Oporto es la Catedral,
que está situada en la zona alta de la ciudad (barrio de Batalha)
junto a las murallas primitivas, en una amplia Plaza en la que
también se encuentran el Museo catedralicio, un rollo de justicia y
el Palacio Episcopal.
Para
llegar lo mejor es tomar el Funicular dos Guindais, que deja casi al
lado. Está declarada Monumento Nacional. A lo largo de su historia
ha sufrido muchos avatares y reconstrucciones, por lo que presenta
una mezcla de estilos. Allí empieza el Camino de Santiago portugués.
Otro
de los sitios
que me apetecía visitar era el
mercado de Bolhao,
uno de los lugares más típicos de la ciudad que todo visitante debe
conocer.
Este
mercado ocupa toda una manzana, y es un lugar curioso, ya que el
edificio está hueco por dentro. Tiene varias plantas y los comercios
se distribuyen en corredores perimetrales en torno a un gran patio
central. El mercado es básicamente de alimentación. La verdad es
que el
edificio, por fuera,
tiene buen aspecto, pero en cuanto entras da sensación
de dejadez y suciedad (creo que van a rehabilitarlo en breve) No
compraría nada de comida por el tema higiénico, pero sí es
recomendable dar una vuelta para conocerlo.
Agotada
de tanto caminar terminamos la tarde en la Cafetería
Majestic
que
dicen es el mejor café de Oporto, una autentica referencia en la
ciudad si quieres un buen café y respostería de Portugal. Es un
local de estilo modernista en la principal calle comercial, la Rúa
Santa Catarina. En el Oporto de los locos años 20, en plena “Belle
Époque” este café marcaba un hito permitiendo el acceso a su
interior a las mujeres. Es lugar de cita de artistas, políticos,
escritores e intelectuales que se dan cita al abrigo de sus enormes
espejos, blancos paneles de mármol, nobles maderas y espectaculares
candelabros.
Oporto
es una ciudad de contrastes:
la habitan personas con gran o con muy escaso poder adquisitivo. El
resultado es que podemos encontrar casi “pegados” edificios de
lujo y edificios muy degradados…