dilluns, 22 de juliol del 2019

ISTRIA LA PENÍNSULA EN FORMA DE CORAZÓN




Salimos de Barcelona una madrugada del primer mes de setiembre  libre de horarios y obligaciones laborales. Nuestra vida de trabajo como docentes había terminado.
Nosotros, los dos “jubiletos”, con la mochila llena de ilusiones y nuestra “Carmelita” atiborrada de todo el aprovisionamiento  necesario para pasar un mes de viaje, comenzábamos ruta.
Ilusión, alegría, satisfacción, entusiasmo,…, pero también miedos, incertidumbre y temores por lo que podía pasar.


Cruzamos la costa mediterránea francesa y el norte de Italia para entrar por la localidad italiana de Triestre, y comenzar una aventura por los países balcánicos.
Aquí dejo mi relato de las primeras jornadas de nuestro recorrido que empezó en la península de Istria.


Istria  fue el primer gran descubrimiento del viaje.  Esta península  está inmersa en el azul y transparente mar Adriático. Es un territorio pequeño, pero heterogéneo, que arropa pintorescos pueblos y hermosas ciudades medievales donde se respira la verdadera esencia del Mediterráneo que tanto nos gusta.
Al poner los pies en ella se intuye tierra de tránsito. Edificaciones  aquí y allá que nos hablan de conquistadores romanos, bizantinos, venecianos, franceses, italianos, alemanes, yugoeslavos… y, últimamente, de otro tipo muy peculiar de invasores: los turistas.
La Península de Istria está dividida entre tres países diferentes. La parte más grande corresponde a Croacia, Eslovenia administra la zona norte e Italia ha conservado un pequeño trozo. A pesar de esta diversidad, la mayoría de istrios se consideran simplemente, istrios.

Izola


Piran


Piran

Piran



La zona eslovena de Istria

El primer contacto con esta Istria azul lo tuvimos en un hermoso lugar de la costa que hacía presagiar lo que encontraríamos más adelante. Me refiero a Izola con estrechas y sinuosas callejuelas e “indiscretas” casas adosadas que consiguen “aislar” en la cima la enorme Iglesia de San Mauro.
La siguiente localidad que visitamos fue Piran que, de los pocos pueblos costeros eslovenos, fue el que se llevó todos nuestros aplausos.
Se dice que es una ciudad ardiente porque Piran proviene del griego pyr (fuego) y, en tiempos lejanos, los barcos eran orientados mediante antorchas que servían de faro. Nos encantó ese pequeño centro histórico con mayoría de casas gótico-venecianas, sus playas cristalinas y el ambiente marinero que se respira.

Motuvan

¿Hacemos una incursión al interior de Istria? 

El interior de la península es un bosque mediterráneo que se conserva bastante entero. Notas ese ambiente relajado y tranquilo que proporciona disfrutar de una buena sombra en un día caluroso. Entre esos bosques destacan los grupos de piedra gris de pequeños pueblos medievales. Motuvan es un buen ejemplo.  Todo el pueblo es un monumento que conserva intacta la imagen medieval. Colocado sobre una colina parece vigilar el valle del río Mirna. 


Durante todo el viaje, a cada paso, encontramos carteles en las casas con la palabra “sobe” (habitación en croata); eso permite viajar por el país  sin tener reservado ningún alojamiento. Alojarse en casas particulares permite un contacto más directo con la población local y es más económico. En Motuvan nos estrenamos.

Hablando también un poco de la gastronomía, probamos, como siempre hacemos, recetas locales. Los platos del menú eran casi todos de pasta  italiana mezclada con salsas elaboradas con el producto más preciado de la zona, la trufa. Comer unos nyoquis con salsa de trufa es un plato obligado, y acompañados de vino joven istrio.




De vuelta a la costa

Nuestra ruta se trasladó de nuevo a la costa, en dirección sur y ya territorio croata.
Llegamos a uno de los lugares con más concentración de monumentos históricos por metro cuadrado: Porec.

El centro de Porec conserva aún la antigua estructura de calles de la época romana. El tesoro mayor es la basílica eufrasiana del s VI con mosaicos de la era del emperador Justiniano, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y con la finura y belleza del pan de oro en todos los interiores.

Siguiendo trayecto hacia el sur se puede disfrutar de playas que vas encontrando a la orilla de la carretera. Paras la furgoneta en el arcén y, a continuación, baño en diminuta cala de piedras redondas. Y así en toda la carretera que bordea la costa istria.

Después se llega a Rovinj, quizá la ciudad con más encanto de toda la península y buena parte de Croacia. Te encuentras calles adoquinadas, inclinadas, que resguardan a los habitantes de vientos marinos, casitas de pescadores con balcones con flores, pequeños restaurantes cerca del mar, un puerto precioso y playas cristalinas. A todo esto hay que añadir la torre de la Iglesia de Santa Eufemia que domina el paisaje. 

Finalmente llegamos al punto más meridional e importante de Istria, que es la ciudad de Pula. Una ciudad de tamaño cómodo, peatonal en muchos tramos, cosmopolita, joven, moderna  y que resume perfectamente el espíritu europeo que ha surgido después de la última guerra.
La parada obligatoria es, sin duda, el Coliseo Romano construido en el s I  y que está muy bien conservado. Dicen que llegó a albergar durante los espectáculos de gladiadores a 20.000 vociferantes personas. Imprescindible ver también el Foro, el Templo de Augusto y la Catedral de 1640, en la que se observa un curioso reciclaje de edificios romanos (el campanario está hecho con piedras del anfiteatro).

Porec

Porec

Rovinj


Rovinj
Anfiteatro de Pula

Circulando ya por la costa este de Istria

En el lado de la costa este se encuentran pueblos pequeños, la mayoría con edificaciones nuevas destinadas a acoger turistas.
Merece la pena parar en Opatja, pueblo pesquero que guarda el encanto de los sitios de vacaciones de la Belle Epoque y sigue siendo atractivo para austríacos e italianos que buscan inviernos suaves, buena comida y encanto a raudales.

Repusimos fuerzas comiendo en un “konobas”, que son lugares donde se puede comer bien cocina del lugar y a un precio bajo.

Cuando los viajeros llegan por estas latitudes se les ve consultando el mapa mientras sus rostros articulan gestualmente la pregunta: ¿hacia dónde?
Nosotros sí tuvimos respuesta; nuestro camino continuaría hacia el golfo de Kvarner y, más allá, hacia Dalmacia, el litoral central de Croacia.


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