dimarts, 28 de desembre del 2021

LAS CIUDADES DE VALONIA: NAMUR, SU CAPITAL


 

Cuando salimos del Parking Confluence la visión que tuvimos desde aquel punto nos ofreció una ciudad que se extendía a los pies de una Ciudadela y que estaba situada en la confluencia de dos ríos. Justo en este punto, (el vanguardista edificio del exterior del parking Confluence), es donde las aguas del Sambre desembocan en las del Mosa.





En seguida localizamos el más imponente de los edificios que hay que ver en Namur y del que posteriormente hablaremos: la Ciutadella.




Me encantan este tipo de destinos: ciudades con historia y mucho encanto.

La verdad es que me llevé una gran sorpresa. No sé porqué me la había imaginado como una localidad más pequeña, ¡pero nada de eso!, me encontré con una ciudad grande, con un ambiente callejero que no habíamos encontrado en las otras ciudades visitadas que son más tranquilas.

Entonces pensamos que lo que primero teníamos que ver eran las vistas desde la Ciudadela. Era obvio que las mejores vistas de la ciudad se encuentran desde lo alto de la fortaleza que presume de tener el entramado de túneles subterráneos más grandes de Europa.




La Ciudadela


La Ciudadela de Namur es la antigua residencia de los condes de la ciudad, un auténtico libro abierto de la evolución de la guerra.

Me llamó la atención, buscando información de su historia, que Napoleón llamó a esta fortaleza “la termitera de Europa” ¿Por qué sería esto?

La razón por la que Napoleón la llamó “termitera” es porque es una fortaleza que se eleva 190 metros sobre el nivel del mar y se hunde bajo tierra con caminos subterráneos de 7 kilómetros de recorrido.

Fue en el S.XVI cuando comenzaron a construirse esos 7 kilómetros de senderos subterráneos y, sobre ellos, la fortaleza en sí, una fortaleza que perdió su importancia estratégica el siglo pasado para convertirse en un enclave turístico.

Pero la fortaleza que hoy nos ocupa no siempre fue así. Comenzó, en el s. XIII, como un castillo merovingio que fue un poderoso fortín de las tropas españolas en los tiempos de los Tercios. Y no estuvo terminada hasta el s. XVIII.

Se puede acceder hasta ella subiendo en el teleférico de 1100 metros que parte de la Plaza Pied-du-Chateau, llegando hasta un teatro al aire libre.

Actualmente la Ciudadela es un enorme parque público que alberga varios museos y con un centro de visitantes, el Terra Nova, que nos da a conocer la historia de este lugar en los últimos 2000 años.

También hay unos 7 kilómetros de recorridos subterráneos y un tren turístico que recorre los enclaves más importantes.


La Oficina de Tourisme  propone cinco recorridos para conocerla mejor.

       Todo esto está comprendido en una única entrada, la Citadelle Pass

Las visitas se pueden realizar entre las 11.00 y las 17.00 horas durante todos los días de la semana.



Desde uno de sus miradores se contemplan las torres señoriales de la catedral de St. Aubain, el Beffroi o torre campanario y la iglesia de St. Loup ; al sur, el Mosa y la Iglesia de Notre Dame y el Palacio de Congresos; y a lo lejos el bosque de Villers. Todo lo más emblemático de la capital de Valonia.



Visitar Namur en un día.


El casco histórico de Namur es pequeño, pero tiene bastantes atractivos. Al bajar de la Ciudadela, en cinco minutos andando, nos plantamos en la Plaza de Armas que representa el corazón de la ciudad.

Es allí donde se encuentra el edificio del Palacio de Congresos que antiguamente fue sede de la bolsa. Es una construcción que hace pensar en las que hay en el norte de Europa.




la Plaza de Armas y el Palacio de Congresos 



Y es justo enfrente de este palacio que nos sorprendió un grupo escultórico de esas estatuas de bronce callejeras que hay actualmente en muchas ciudades.

Ese grupo escultórico recuerda las tradiciones y el folclore. Hay dos caracoles junto a dos personajes, Joseph y François, creados por el caricaturista Jean Legrand que deambulan lentamente por las calles de Namur preocupados por el sol y la lluvia.



 

Los habitantes de Namur tienen fama de ser lentos y, por tanto, su símbolo es el caracol. Este gasterópodo no es sólo un animal fetiche, es también una especialidad culinaria de toda la región; lo llaman El Petit Gris y de los criaderos de caracoles de campos circundantes (en Warnant y en Fernelmont), viajan a todos los restaurantes de la zona.



El Campanario de Beffroi

El Campanario de Beffroi



Muy cerca nos encontramos el Campanario de Beffroi o Tour de Saint Jacques que se halla en la torre más alta de la tercera muralla.


Recorriendo las callejuelas del centro histórico, Joseph me recordó la visita a Brujas o Gante de hace años, y el recorrrido tan especial que hicimos por sus cascos históricos, todos parecían estancados en el tiempo.

En cambio, si lo comparábamos con este barrio, sobre todo en torno a la estación de tren, bajando por la rue de Fer, el conjunto de edificios son un puzzle de estilos. Hay estilos tan dispares como el Art Decó, el Ecléctico o el Modernista e incluso el Clasicismo.

En apenas dos calles más, adentrándonos por la rue de l'Ange, tenemos otras casas del clásico estilo mosano, (casas de dos pisos, de ladrillos, con separaciones paralelas y ventanales con crucerías). Lo dicho, Namur no presenta un conjunto armónico, tiene todo un rompecabezas de estilos.


La catedral de Saint-Aubain


La catedral de Saint-Aubain

                                     La iglesia barroca de Saint Loup




De pronto nos topamos con la catedral de Saint-Aubain que estaba cerrada, al igual que la iglesia barroca de Saint Loup.






Caminando llegamos hasta los muelles desde donde parten pequeños cruceros que exploran los alrededores. Me hubiese gustado mucho tener la visión de la ciudad desde una embarcación, pero era noviembre y no circulaban este tipo de viajes turísticos.(La temporada suele comenzar a principios de abril y acabar a finales de septiembre)
Hay varias compañías que hacen estas travesías, y todas salen desde las pequeñas dársenas que hay junto a la Ciudadela.

Nos quedamos con las ganas de tener esta experiencia relajante que se agradece cuando ya vas cansado de andar de un sitio a otro visitando monumentos o callejeando.







Y lo peor de viajar en otoño e invierno son las pocas horas de luz cuando a las 17 horas ya empieza a oscurecer. Es entonces cuando se agradece sentarse y degustar una comida-cena más consistente que el almuerzo.

En el centro la mayoría de menús de sus restaurantes consisten en platos combinados con huevos, croquetas, charcutería y la famosa trucha a la crema de Namur.

Y de pronto, ¡¡¡ un letrero luminoso !!!: BISTRONOMIE ESPAGNOLE BCN

En un ambiente agradable y dentro de un entorno también agradable, nos dieron una cálida bienvenida y no fue necesario que nos descubrieran las especialidades españolas, las conocemos muy bien.



Como curiosidad, según una antigua leyenda, las patatas fritas se inventaron aquí. La tradición dice que en un frío invierno del siglo XVIII, el río se heló e impidió pescar. Los habitantes decidieron cortar trozos de patata en forma de pescado y freírlos, lo que dio lugar a este must de la cocina.









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