dissabte, 5 de gener del 2019

A NARBONNE DE MERCADILLO NAVIDEÑO



Narbonne había empezado a interesarme desde que leí algunos relatos de viajes. A pesar de conocer bien el sur de Francia por la cercanía a mi ciudad, Barcelona, y quizás porque su nombre queda algo oculto por la fama de su vecina Carcasonne, no la había visitado. 


Lo que acabó de decidirme para una escapada invernal fue la oferta de billetes de tren y la posibilidad de visitar su mercadillo navideño. 

El Canal de la Robine


Narbonne no es muy grande y en un día puedes verla si eres de los viajeros rápidos y que van a “salto de mata”, pero los pies y las pretensiones visitadoras de Jubileta necesitan más tiempo. 
En nuestras escapadas viajeras ya sabéis que lo que más apreciamos es un alojamiento en el centro para poder ver lo más importante sin tener que caminar mucho. 

Nos alojamos en el Hôtel La Résidence, muy cerca de la catedral y a diez minutos de la estación de tren, este es uno de esos hoteles boutique que tanto nos gustan. Cada habitación está decorada de forma individual con detalles que la hacen especial. También ofrecen desayuno, aunque es correcto, nos pareció algo caro. 

El Canal de la Robine





¿Unos consejos prácticos? 


Narbonne, como ya lo fue en tiempos de los romanos, sigue siendo un importante cruce de caminos. Se puede llegar a ella en varios medios de comunicación. 

Si viajas en coche, está a sólo 252 kilómetros de Barcelona, o sea a 2 horas y unos 40 minutos. 
El punto por el que se debe cruzar la frontera es La Junquera, pasar luego por Perpinyà y atravesar el Parque Natural de la región de Narbonne. 
Hay que tener en cuenta que el centro de la ciudad es peatonal y las calles son tan estrechas que es imposible aparcar. 


Si decides viajar en tren, desde 2013, hay una conexión directa de tren de alta velocidad entre España y Francia. En concreto, se realiza en 1 hora y 55 minutos desde la estación Barcelona-Sants y hay cuatro frecuencias diarias por sentido (en primavera incrementa a seis y en verano a siete). 

Pensad que el tren tiene muchas ventajas, es una forma de disfrutar del viaje desde el primer momento disfrutando del paisaje. 
La estación de tren de SNCF está a apenas unos 15 minutos andando del centro, y si no se quiere caminar hasta el hotel, en la puerta de la estación hay taxis. 


Si preguntas por el aeropuerto más cercano a Narbonne, te diré que está en Toulouse, a tan solo hora y media. Luego habrá que coger un coche o un tren para llegar a la ciudad. Desde Madrid hay vuelos diarios a precios razonables. 

Una vez has llegado a la ciudad, la mejor forma de transitarla es andando. Narbonne es llana, con poco tráfico en su casco histórico y con zonas peatonales. Todo esto, asociado a que las distancias entre los lugares a visitar son cortas, hace que callejear sea muy agradable. 


Por el casco histórico circula un mini autobús gratuito llamado La Citadine y es una manera muy buena de llegar al centro si se aparca el coche en los aparcamientos gratuitos en los alrededores del centro. 







¿Qué nos dice su pasado histórico? 



Narbonne pertenece al departamento francés de Aude, cuya capital es Carcassone. 

Fue fundada por los romanos como colonia, con el nombre de Narbo Martius. La ciudad creció hasta convertirse en capital de la provincia romana de la Narbonense. 

Julio César la convirtió en uno de los puertos más importantes del Mediterráneo. Además, se benefició de ser punto de paso en la Vía Domitia, la calzada que unía la Península Ibérica con la Itálica. 

La ciudad sucumbió a las invasiones bárbaras de los siglos IV y V d C y los visigodos la convertirían en capital de la Septimania hasta la llegada de los musulmanes en el siglo VIII, que la llamaron Arbuna. La convirtieron en capital de una de las cinco provincias de Al-Ándalus (junto con Zaragoza, Mérida, Córdoba y Toledo). 



Durante la Edad Media, Narbonne gozó de cierta importancia como plaza fuerte fronteriza y como puerto marítimo. En el s XV jugó un papel importante en las guerras entre Francia y España por la posesión de la región del Languedoc, pero la pérdida de su valor estratégico y la Revolución Francesa, que acabó con los privilegios arzobispales, provocó su decadencia. 

La construcción del ferrocarril y la extensión de la vid a mediados del siglo XIX, retornaron, en parte, el esplendor económico a la ciudad, hasta que a principios del XX el cultivo de las vides sufrió un importante retroceso y eso afectó a su riqueza. 




¿Qué ver en Narbonne? 



Visitar Narbonne es fácil porque es muy sencillo orientarse con un plano que te ofrecen en los hoteles o en la oficina de información turística que está a orillas del canal y cerca de la Catedral. Tiene algunas calles laberínticas en el casco antiguo, pero casi es imposible perderse. 
Todo el centro histórico de Narbonne queda dividido en dos por el Canal de la Robine

Este canal es un ramal del Canal de Midi que tiene unos 32 kilómetros de longitud y une el río Aude con la ciudad de Narbonne, para seguir luego por las diferentes zonas pantanosas localizadas al sur de la ciudad y acabar desembocando en el mar Mediterráneo. 

El origen del Canal de Midi hay que buscarlo en la necesidad de crear una conexión entre el Atlántico y el Mediterráneo para el transporte de mercancías. En la actualidad se ha convertido en una vía fluvial para turistas. 




El Pont  dels Marchands


Ruta al norte del Canal de la Robine 


Nuestra visita al casco antiguo empezó en la plaza del Ayuntamiento, que es el corazón de la ciudad. Rodeada de edificios de distintas épocas lo que de verdad destaca es la gran silueta del Palacio de los Arzobispos, actualmente Ayuntamiento de la ciudad y sede de varios museos, el Museo de Arqueología y el Museo de Arte. 
Este conjunto arquitectónico que es equiparable en grandeza al de Avignon, primero de Francia, nos dejó impresionados por su majestuosidad. 
La fachada neogótica que acoge el Ayuntamiento y que fue diseñada por el arquitecto Viollet–le-Duc, está franqueada por dos torres. 

Palacio de los Arzobispos


A la izquierda está la torre Gilles Aycelin que brilla de manera importante; es un bello y robusto torreón construido en el siglo XIII, que en esta época navideña luce envuelto en una cinta roja gigante como si de un regalo se tratara. 
Si no os importa subir las 160 escalones de una escalera caracol que conducen a lo alto, allí se puede contemplar una perspectiva distinta de la ciudad. 

A la derecha, la torre Saint Martial – más pequeña que la anterior- nos conduce al Passage de l’Ancre y éste, a su vez, a la Cour de la Madeleine, desde donde se ven las dos partes diferenciadas del Palacio de los Arzobispos: a la derecha el Palacio Viejo y a la izquierda el Palacio Nuevo. 

Torre Gilles Aycelin

Jardines de los Arzobispos


El Passage de l’Ancre estaba adornado con árboles de Navidad teñidos de colores que nos llamaron la atención. En la entrada cuelga un ancla, la que da nombre a la calle; es un símbolo de la Edad Media porque en este lugar, estaba el mercado de pescado de la ciudad. Aquí siempre hay sombra y era el sitio más apropiado para mantener fresca la mercancía. 

Áncora en la entrada al Passage de l’Ancre

 El Passage de l’Ancre


 El Passage de l’Ancre

 El Passage de l’Ancre


Visitamos las distintas zonas, los patios interiores, los edificios de los Sínodos y las salas de los Cónsules. 


En verano (del 1 de junio al 30 de septiembre) abre todos los días de 10:00 a 18 :00 horas. El resto del año cierra los martes abriendo el resto de los días de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 17:00 horas. 


Delante del Ayuntamiento de Narbonne hay una parte de la calzada romana, la Via Domitia. 

Esta vía fue construida por el procónsul romano Cneus Domitius en el 120 a C Actualmente aún se ven las losas de piedra calcárea bordeadas por aceras y también una base de una fuente. La calzada toma la dirección del puente romano con siete arcos que pasaba por encima del río Aude. 
Esta calzada cruzaba ciudades como Narbo Martius (actual Narbonne) o Nemausus (Nimes). Aún se ven las marcas de los carros. Nosotros no pudimos verla porque en época navideña está cubierta por una pista de hielo. 

Claustro de la Catedral, actualmente en obras
Gárgola del Claustro

Cruzando de nuevo el Passage de l’Ancre entre los edificios del palacio, su final nos llevó al Claustro de la Catedral, actualmente en obras en el pavimentado del suelo. Este Claustro no se terminó nunca; se inició en 1272 y las obras duraron hasta finales de 1340. Como dato curioso todas las gárgolas menos una, que representa el vizconde (divertida venganza de la iglesia contra la nbleza), son bellas reproducciones de animales fantásticos. 

Desde el Claustro se llega, por un corredor, a la sala del gran órgano de la Catedral, y por otra puerta a un jardín desde el que se puede ver la parte oeste de la catedral y el Palacio de los Arzobispos de Narbonne. 


Interior de la Catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur


La Catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur



La Catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur


La Catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur

La Catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur es la tercera más alta de Francia. Tiene un estilo gótico muy marcado. Lo más raro es que esta monumental iglesia está prácticamente escondida. Como está rodeada por el palacio de los Arzobispos es muy difícil sacarle una foto completa. 

Se encuentra inacabada porque fue imposible destruir la muralla romana que rodeaba la ciudad y de esa forma seguir con su construcción. El interior es muy bonito y destaca su coro único de estilo gótico, presidiendo el centro del majestuoso edificio. 


Galerías del  Horreum


Una de las visitas más curiosas que hicimos en esta ruta al norte del Canal fue al Horreum, en la rue Bouget de l’Isle. 

El Horreum son unas galerías subterráneas del siglo I a C y que fueron descubiertas durante unas excavaciones arqueológicas en la Segunda Guerra Mundial. Es el único edificio que queda en pie de la época romana. No son catacumbas ni refugios y se supone que servían como almacenes de alimentos. 


Horario de verano: (del 1 de junio al 30 de septiembre) abre todos los días de 10:00 a 18 :00 horas. El resto del año cierra los martes abriendo el resto de los días de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 17:00 horas. 




Al salir, una calle estrecha, la Rue Droite, nos lleva hasta la Place du Forum, que recibe este nombre porque allí estaba el antiguo foro romano. Se accede a ella pasando debajo de un arco presidido por una escultura de la loba capitolina que nos recuerda el pasado romano de la ciudad. No queda ningún resto de los tiempos de la Antigua Roma en esta plaza; sólo alguna columna esparcida. En el centro hay una réplica de la fuente que estaba en este lugar en el s XVII. 


Aprovechamos para acercarnos a ver la Eglise St-Sebastian, patrón de la ciudad y cuyas piedras proceden del Capitolio Romano, pero sólo pudimos admirar el exterior porque estaba cerrada. La iglesia es de estilo gótico flamígero. 

La Eglise St-Sebastian

La Eglise St-Sebastian



Ruta al sur del Canal de la Robine 



La lluvia nos dio un respiro y pudimos disfrutar de un paseo por la orilla izquierda del canal. Los bulevares plantados de plátanos y las pasarelas convierten este lugar en un remanso de paz en el centro de la ciudad. Es el lugar conocido por “Ramblas Les Barques”. 



Desde allí ya se puede hacer una de tantas fotos que los viajeros hacen al Pont des Marchands (Puente de los comerciantes), una de las imágenes emblemáticas de la ciudad. 

Había leído que en cierto modo recuerda al Puente Vecchio de Florencia, porque tiene edificios a lo largo del mismo. A nosotros no nos lo recordó ni por un momento. 

Le Pont des Marchands
Había que pasar a la orilla derecha, llamada Cours Mirabeau para visitar el barrio Bourg y seguir la ruta sur. Lo hicimos por la pasarela que hay detrás de la Oficina de Turismo y una nueva imagen apareció del Pont des Marchands. Lo curioso de este puente es que cuando lo cruzas parece una calle normal. Antiguamente pasaba por él la Via Domitia y tenía siete arcos, pero ahora sólo se ve uno. 

La plaza de las Cuatro Fuentes


Encontramos la Plaza de las Cuatro Fuentes, plaza principal del antiguo Burg medieval, con la fuente de cuatro caños en el centro. Es agradable callejear por esta zona porque encuentras comercios de proximidad con encanto, locales de restauración pequeños y acogedores, pinturas murales en las paredes y edificios con rincones muy fotogénicos. 


Un poco escondida está una de las obras más importantes de la arquitectura privada renacentista, única en la ciudad: La Maison de les Tres Nodrisses (la Casa de las Tres Nodrizas). Su nombre viene de las tres cariátides de formas muy redondeadas que tiene en el ventanal de su fachada. Fue adquirida por la ciudad en 1987 cuando estaba ocupada por una panadería y actualmente acoge servicios del hospital vecino. 

La Casa de las Tres Nodrizas

Basilique de Saint Paul

Muy cerca está una de las iglesias góticas más antiguas del sur de Francia, Basilique de Saint Paul, edificada sobre los restos de un cementerio paleocristiano (s III-IV). Tiene como particularidad la mezcla de arte románico y arte gótico. Entramos para ver la famosa y curiosa pila bautismal que se encuentra en el pórtico sur y que tiene una legendaria rana con curiosas leyendas. Una de ellas es que la rana fue petrificada al considerar que su croar era herético. 

Seguimos dirección este del plano, para llegar a otra iglesia, Notre Dame de Lamourguier, otro ejemplo del gótico. Este templo es la sede del Museo Lapidario que, lamentablemente, no pudimos visitarlo porque está en obras. 

Mercado de Les Halles con la Iglesia de Notre Dame de Lamourguier al fondo


Justo delante del ábside de la iglesia está situado el mercado principal de la ciudad y otro de los lugares que hay que ver en Narbonne: Les Halles, que así es como se llama. 

Este mercado, no es sólo un lugar donde venir a comprar alimentos si no que es también un buen lugar para disfrutar de la gastronomía que la ciudad ofrece. 

En Les Halles encuentras carnicerías de carne de caballo y ternera, pescaderías con productos del Mediterráneo, atractivas queserías siempre presentes en los mercados franceses, tentadoras “boulangeries” y un buen número de paradas con productos gourmet. 

Pero a Les Halles se viene también a tomar el aperitivo o a comer directamente porque hay más de una decena de bares y restaurantes que están llenos a esta hora del mediodía. 






El Mercadillo Navideño junto al Canal 


El mercadillo navideño está situado en ambas orillas del canal, en el Paseo des Barques y el Cours Mirabeau en el otro margen. 

Tiene unas 25 casetas de madera donde venden comida, churros, vino y chocolate caliente, objetos navideños, ropa, complementos de cuero y bisutería artesanal, para comprar regalos para estas fechas. También hay atracciones tanto para los pequeños como para los mayores. Vimos montaña rusa, barco pirata, camas elásticas, un gran carrousel y una noria gigante. 




Había que sumergirse en la magia navideña y lo visitamos a distintas horas los tres días que estuvimos en la ciudad. Comimos choucroute con salchichas alsacianas, bebimos un vino de la zona y creps dulces. Regresamos al atardecer para contemplar la iluminación y beber vino y chocolate caliente con churros. De regreso castañas asadas. De nuevo cruzamos el mercadillo en horas de sol para comprar alguna cosa de recuerdo. Lo disfrutamos. 



Como cada año había que conocer otro de los mercadillos navideños de otra ciudad europea. De regreso y desde la tranquilidad de mi hogar, escribiendo estos recuerdos, añoré cualquiera de los mercados alemanes visitados en otros inviernos. 



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