Para hacerse una idea de lo hermosa que es esta ciudad, hay que subir primero hasta el monte Igeldo. Desde allí se experimenta, sin exagerar, ¡amor a primera vista!
Donostia se descubre desde lo alto, con la bahía de la Concha desplegándose como una postal perfecta: su paseo marítimo curvado con elegancia, la isla de Santa Clara flotando en el centro como un pequeño misterio verde, y al otro extremo, el monte Urgull, coronado por el Sagrado Corazón y rodeado por el Paseo Nuevo, uno de los lugares más mágicos para asomarse al mar cuando las olas rompen con fuerza contra las rocas.
Bahía de La Concha |
Este primer flechazo no es más que el comienzo. Porque Donostia no es una ciudad única, sino muchas ciudades dentro de una sola. Cada barrio tiene su alma, su historia, su ritmo.
Desde los sabores intensos de la Parte Vieja hasta la serenidad del barrio de Gros, desde el aire señorial del Ensanche hasta el ambiente familiar de Amara. En total, seis barrios que componen un mosaico lleno de matices, donde cada rincón invita a quedarse un poco más.
UN POCO DE HISTORIA
Hay que pensar que fue el mar el que trajo a los primeros pescadores, buscando refugio bajo la protección del monte Urgull. Aquí nació la semilla de lo que sería, siglos después, una ciudad vibrante y cosmopolita.
Donostia o San Sebastián en español, fue villa marinera, plaza militar y destino real. Su transformación en ciudad turística comenzó en el siglo XIX, cuando la reina Isabel II eligió sus aguas para tomar baños de mar. Aquello marcó el inicio de una nueva era. La aristocracia y la alta burguesía comenzaron a veranear aquí, y la ciudad se llenó de jardines, casinos y hoteles de lujo.
A lo largo del siglo XX, Donostia vivió momentos difíciles, pero también floreció como centro cultural, capital gastronómica y ejemplo de urbanismo amable. Hoy es una ciudad orgullosa de su identidad vasca, abierta al mundo, donde la tradición y la modernidad conviven con naturalidad.
LO INDISPENSABLE
¿Vas por primera vez? Aquí tienes una pequeña guía para no perderte lo esencial:
- Recorrer la Parte Vieja: El corazón palpitante de Donostia. Calles estrechas, bares llenos de vida, olor a mar y a cocina en miniatura
- Museo San Telmo: Arte, historia y cultura vasca en un antiguo convento del siglo XVI renovado con gusto y sensibilidad.
- Área romántica y arquitectura Belle Époque: Pasea por el Ensanche Cortázar, con sus edificios elegantes, cafés históricos y plazas con encanto.
Las tres mejores panorámicas:
· Monte Igeldo: Para enamorarte.
· Monte Urgull: Para entender la historia.
· Monte Ulia: Para respirar y caminar entre acantilados y bosques.
- Pintxos: Cada bar es una parada gastronómica. No hay reglas, solo hambre y curiosidad.
- La Playa de la Concha: Elegante, urbana, perfecta para pasear al atardecer.
- El Peine del Viento: La obra de Chillida golpeada por el mar. Un lugar donde el arte y la naturaleza se abrazan.
Donostia es de esas ciudades que se graban en la memoria y el paladar. Que se viven paso a paso, entre paseos junto al mar y conversaciones al caer la tarde.
Porque como bien dice el cartel al llegar: “Ongi etorri” —bienvenido
Y aquí, de verdad, uno se siente en casa.