dimarts, 21 d’abril del 2020

DESCUBRE “MÓN SANT BENET, MUY CERCA DE BARCELONA




El Món Sant Benet es una de las joyas que guarda un rincón de Sant Fruitós en la comarca barcelonesa del Bages. En ese lugar un grupo de viajeros y viajeras de BcnTB disfrutamos de un estupendo y completísimo día. 

Toda la visita se enmarcó en unas actividades culturales dentro del Monasterio: Experiencia medieval, experiencia modernista y unos talleres gastronómicos que estuvieron dedicados a familias con sus hijos. 



El monasterio Món Sant Benet de Bages es un claro ejemplo de transformación positiva de un monumento; un modelo de cómo el patrimonio histórico y artístico puede volver a tener vida después de varios siglos de existencia. 



Historia del monasterio Món Sant Benet 


La antigua abadía benedictina de Sant Benet fue fundada hacia el año 960, por el matrimonio Sala y Ricarda emparentados con los Vizcondes de Osona. Estos esposos, tras una visita a Roma junto a otros nobles, trajeron unas reliquias de San Valentín ya venerado en la zona. Existe documento del 967 que el primer abad fue Abbó y la iglesia fue consagrada posteriormente en 972. 


A principios del siglo XI, Sant Benet de Bages pasó a depender del monasterio francés de San Pedro de Tomeras, aunque después recuperó su independencia. En el año 1125, el monasterio fue atacado por los musulmanes en tiempos de Almanzor, que destruyeron el edificio. 


Tras ser de nuevo reconstruido y consagrado en 1212, vivió la etapa de mayor esplendor económico que duró los siglos XIII y XIV. La llegada de la peste negra en 1348 que dejó al monasterio con solo dos monjes, marcó el período del declive. Este declive culminó con su cesión al monasterio de Montserrat, a su vez, dependiente de San Benito el Real de Valladolid. 


Un pavoroso incendio en 1633 dejó el monasterio muy maltrecho, sobreviviendo a duras penas hasta su definitiva exclaustración con motivo de la Desamortización de Mendizábal en 1835. Las propiedades fueron subastadas y los edificios se utilizaron como viviendas por los trabajadores de una industria textil. 

El lugar fue adquirido por la familia del pintor Ramon Casas en 1909 y Josep Puig i Cadafalch se encargó de la restauración. 


El 1931 se declaró monumento nacional. El 2000 fue adquirido por la Caixa de Manresa que ha restaurado el conjunto y el 2007 inauguró un complejo conocido como Món Sant Benet dedicado a difundir la historia monástica, de la época en que fue residencia de los Casas y también de la gastronomía. 




Lo que sí resultaría muy complicado explicarles a los monjes que lo habitaron hace 1000 años, cómo se encuentra su cenobio en la actualidad. 


Visitas a Món Sant Benet 


La temática de las visitas guiadas a este lugar viene dada por las dos etapas claramente diferenciadas: su pasado como monasterio medieval y su época como edificio modernista reformado por el arquitecto Puig i Cadafalch para vivienda de los Casas. 
Actualmente, a través de las nuevas tecnologías, esta inmersión en la historia monástica y también en el pasado modernista del edificio, se puede hacer total. 


Estas visitas guiadas se hacen de forma separada, pero Món Sant Benet invita a hacerlas seguidas para tener la idea global de la completa historia del lugar. Nosotros así lo hicimos. 



Visita medieval, “Mil anys d'historia” 


Esta visita guiada de una hora y media nos llevó a recorrer la historia y la forma de vida de este monasterio desde su fundación hasta su decadencia y abandono. 

Nos dieron explicaciones muy adecuadas, pero el tiempo dedicado al audiovisual me pareció excesivo porque estaba deseando disfrutar de unos momentos personales que invitaran al sosiego y la contemplación de algunos rincones. 

Esto es una opinión muy personal porque soy de las que disfruto visitando estos conjuntos románicos que tanto me gustan. 






Visitamos la Iglesia que es de nave única, tiene crucero y tres ábsides. Al oeste se abre una portal de medio punto, con arquivoltas sin decorar y tres capiteles en cada lado. 

Tuvimos ocasión de ver la recreación de las pinturas murales que debieron decorar los ábsides, uno de los usos más justificados de la moderna tecnología que podemos admirar durante la visita. 
Pasamos a través de una segunda puerta que comunica con el claustro. 





El claustro es la verdadera joya del edificio. Es de dimensiones pequeñas y muy armónico. Su contemplación me inspiró sentimiento de recogimiento y espiritualidad como siempre me ocurre con el Románico, cuando las palabras sobran. Todos los capiteles con sus esculturas atraían el objetivo de la cámara de Joseph. Me gustó uno muy antiguo, no recuerdo si del s X que muestra a un orante con los brazos extendidos; hay escenas de caza, pájaros, ángeles y uno con la Virgen y San José. 






Con todo, lo que más gustó es la portada, muy sencilla, pero armoniosa; con esculturas en sus capiteles: leones, pájaros y serpientes. 



Al final de la visita se puede subir al campanario del Monasterio para ver las vistas de 360º. 








Visita modernista,“Un dia a la vida de Ramón Casas” 


Món Sant Benet ofrece en esta visita la posibilidad de adentrarse en el modernismo que llevó consigo el pintor Ramón Casas a ese lugar. Es un recorrido que nos lleva al verano de 1924 por las estancias que la familia reconstruyó con la ayuda del famoso arquitecto Puig i Cadafalch.


La madre del pintor era accionista de la fábrica textil levantada al lado del cenobio, de manera que los veranos de la familia transcurrieron primero en la Torre de l’Amo, la casa señorial del complejo, y luego en el propio monasterio cuando la matriarca lo compró, en 1907, tras los 72 años de abandono que siguieron a la desamortización de Mendizábal.



Ramón Casas era un burgués bohemio, de familia con mucho dinero, de las de palco en el Liceu. Pero se enamoró de Júlia Peraire, una vendedora de lotería que repartía suerte en las Ramblas. Se llevaban 22 años. Primero le pidió que posara para él y a partir de ese momento se convirtió en su musa, su amante y su mujer. 







Todas las estancias tienen una puesta en escena y una iluminación muy conseguida que hacen sumergirte en la vida del pintor. Lo que más sorprende es ver su acomodada posición social en una época que era muy difícil para la población rural catalana que emigraba a la ciudad en busca de oportunidades. Vimos lámparas de araña, cerámica de Talavera, sedas costosas, muebles de maderas nobles, vidrio, abanicos y otros lujos.

Cuando termina la visita te quedas pensando en el porqué del interés de esta familia por vivir junto a un edificio medieval apartado y cochambroso, que requería de continuos arreglos y sobre todo el gran lujo en el que llegaron a vivir en este lugar. 





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