dimecres, 2 de juliol del 2025

FRÍAS, OÑA Y POZA DE LA SAL: UNA RUTA HACIA LAS RAÍCES DE CASTILLA

 


En el norte de la provincia de Burgos, entre las comarcas de La Bureba y Las Merindades, se esconde una ruta mágica que parece sacada de un libro de historia. Frías, Oña y Poza de la Sal son tres pueblos que resumen buena parte del espíritu de Castilla: fortalezas medievales, monasterios milenarios y un paisaje que parece detenido en el tiempo.


Esta ruta en coche es ideal para explorar cuáles fueron las raíces de Castilla, con paisajes espectaculares, patrimonio medieval y mucha historia.

Aquí os propongo una ruta circular de un día (o dos, si se desea hacerla con más calma), partiendo desde Burgos ciudad, aunque se puede adaptar según el punto de partida. (Otro buen punto sería Briviesca)




Itinerario sugerido (1 día)


Briviesca→ Poza de la Sal (25 min)
Poza de la Sal → Oña (17 min)
Oña → Frías (27 min)
Frías → Tobera y regreso a Briviesca (40 min)



Ocurre muchas veces que los viajeros sentimos que hay lugares en los que el tiempo no corre, si no que camina despacio, con paso firme, como si se resistiera a borrar las huellas de un pasado que todavía late en cada piedra y en cada torre.




Así es esta ruta entre Poza de la Sal, Oña y Frías, esos tres pueblos burgaleses que no solo están conectados por carreteras sinuosas y paisajes bonitos, sino por un alma común: la de Castilla en sus inicios.

Esta tierra vio nacer leyendas, reyes, monasterios, batallas y silencios. Y ahora, siglos después, nos ofrece una escapada inolvidable por el corazón histórico de Castilla.


Primera parada: Poza de la Sal, salinas, historia y naturaleza.


Desde que te acercas por carretera, Poza de la Sal se presenta como un pequeño milagro geológico y humano. A un lado, el diapiro —una herida blanca en la tierra que recuerda la importancia milenaria de la sal— y al otro, el pueblo, un apretado de casas de madera y tejas rojizas que trepan por la ladera.

Poza fue un centro estratégico de explotación de sal desde tiempos de los romanos. Pero más allá de sus salinas, que aún hoy pueden visitarse, Poza es historia viva. Aquí nació el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, y su legado impregna el aire limpio y las rutas que rodean el pueblo, como si cada ave en el cielo llevara su nombre.


Iglesia de San Cosme y San Damián



Las Salinas

Félix Rodríguez de la Fuente


Hay que subir al castillo de los Rojas, que guarda silenciosamente las vistas más sobrecogedoras de La Bureba. Allí, el horizonte se deshace en campos dorados, como si Castilla todavía fuera un mar de trigo sin fin como nos decían cuando estudiábamos geografía en el instituto.

Qué ver en Poza:

Las salinas, perfectamente conservadas.

El Castillo de los Rojas, con unas vistas espectaculares de La Bureba.

La casa natal de Félix Rodríguez de la Fuente, figura clave de la divulgación naturalista en España.



Segunda parada: Oña, el monasterio que soñó con un reino


A unos kilómetros, tras un breve trayecto entre colinas y bosques, aparece Oña, recogida en un valle verde, entre peñas y agua.

Poza guarda la memoria de la tierra, Oña custodia el alma de Castilla.

Iglesia de San Salvador

 

Antiguo Monasterio de San Salvador




El Monasterio de San Salvador, fundado en el año 1011, no es solo una joya del románico: es el panteón de los primeros reyes castellanos y navarros. Sus muros de piedra milenaria parecen haber absorbido siglos de oraciones, conspiraciones, alianzas y silencios. Allí están enterrados condes, infantes y reyes; allí nació, en muchos sentidos, la Castilla que siglos después sería imperio.

Caminar por el claustro, admirar sus retablos, dejarse guiar por su historia… es una experiencia que va más allá del turismo. Es reencuentro con las raíces.

Pero Oña no es solo historia: su entorno natural, presidido por el río Oca, ofrece rutas entre hayedos y cortados, como la del desfiladero del Oca, perfecta para una tarde de paseo entre sombras frescas y susurros de agua.

Desfiladero del Oca



Imprescindibles en Oña:

Visita guiada al monasterio, que combina historia, arte románico y espiritualidad.

El barranco del Oca, ideal para una caminata al aire libre.

Casa del Parque del espacio natural Montes Obarenes-San Zadornil, si te interesa el turismo de naturaleza.





Tercera parada: Frías, la ciudad más pequeña de España


Y cuando ya crees que la ruta no puede darte más, llegas a Frías. Lo primero que impresiona es su posición: un pueblo que desafía la gravedad, colgado sobre un promontorio de roca, con un castillo en lo alto que parece flotar entre nubes y siglos.

Frías es oficialmente la ciudad más pequeña de España, pero no le hace falta tamaño para dejar huella. De hecho, parece que cada piedra de sus calles empedradas, cada casa colgada sobre el abismo, cada arco medieval, quiere contarte una historia.

Puente medieval sobre el Ebro



El puente medieval sobre el Ebro, con su torre defensiva en el centro, es uno de los más bellos del país. Cruzarlo es como traspasar un portal en el tiempo.


Castillo de los Velasco

Callejeando por sus calles


Arriba, el Castillo de los Velasco vigila desde su torre del homenaje. Y abajo, en las calles no hace falta hacer nada más que pasear. Sentarte en una plaza. Mirar al valle. Respirar. Porque Frías no se visita, se contempla y se siente.




Casas colgadas


Qué no perderse en Frías:


El Castillo de los Velasco, con su torre del homenaje y vistas únicas.

El puente medieval de origen romano.

Pasear sin rumbo por su casco urbano, descubriendo detalles en cada esquina.


Cuarta parada: Tobera, un rincón con mucho encanto



A escasos kilómetros de Frías, en la cercana localidad de Tobera, encontramos uno de los rincones con más encanto de Las Merindades: un pequeño templo de estilo románico que fue construido en el siglo XIII bajo las paredes del desfiladero.

Ermita de Nuestra Señora de la Hoz.


Nos referimos a la ermita de Nuestra Señora de la Hoz.
Junto a la ermita se encuentra el antiguo puente medieval que cruza el río Molinar y el humilladero del Cristo de los Remedios (siglo XVII) El conjunto es un regalo para los viajeros que lo contemplan.


Río Molinar


Desde la ermita se inicia un interesante recorrido semicircular de poco más de un kilómetro junto al río Molinar. Este paseo que lo pudo hacer Joseph, permite descubrir dos bonitas cascadas ubicadas en el cercano pueblo de Tobera.


Cascada de Tobera en la ruta del río Molinar

Cascadas de Tobera en la ruta del río Molinar



Aquí el río Molinar salva el fuerte desnivel camino hacia el río Ebro con varios saltos de agua de excepcional belleza.






Este viaje ha sido una inmersión en las raíces de Castilla, en su historia, su paisaje y su alma. Aquí los pueblos no han sido invadidos por la prisa, ni por el turismo de masas. Aquí se sigue hablando con calma, saludando al vecino, cocinando a fuego lento. 

Estaba pensando si será igual en verano y los fines de semana, 
¡¡¡no sé, no sé !!!
Y cuando he regresado a casa, algo de ese espíritu se ha venido conmigo.

divendres, 27 de juny del 2025

Otra jornada por Las Merindades: entre rocas, ríos y recuerdos

 


Salimos sin prisa, como hacemos a estas alturas de la vida. El cielo estaba limpio, el aire fresco, y el coche cargado con lo justo: algo de fruta, agua, una antigua guía arrugada de Las Merindades, la nueva cámara compacta de Joseph, mi libreta viajera y las ganas intactas de seguir descubriendo.


No importa cuántos años hayan pasado ni cuántos viajes llevamos a cuestas; el norte de Burgos siempre guarda algo nuevo para nosotros.





Nuestra primera parada fue Puentedey, un pueblo colgado sobre un milagro de la naturaleza.

Aparcamos a la entrada, justo al lado del panel informativo, y caminamos despacio hasta el arco de piedra por donde corre el río Nela.

Es difícil no asombrarse frente a semejante prodigio: una enorme gruta natural que sostiene las casas del pueblo. Dicen que el puente fue hecho por Dios, y aunque no somos de muchas creencias, aquí todo parece sagrado. Las piedras, el agua, la quietud.






Recorrimos el pequeño núcleo del pueblo, con sus balcones de madera, su iglesia románica y esa paz que sólo tienen los lugares que han resistido el paso del tiempo.

Una vecina que barría la entrada de su casa nos saludó con una sonrisa. Nos preguntó de dónde veníamos y nos habló de su infancia entre esos muros y del orgullo con que la gente de Puentedey cuida ese rincón del mundo.




Jubileta aprovechó para descansar un ratito. Jubileto andaba probando la cámara compacta que le habíamos regalado.




Luego tomamos la carretera en dirección a Ojo Guareña, serpenteando entre valles, prados salpicados de flores silvestres y vacas que pastaban como si el mundo no les importara.

Llegar a Ojo Guareña siempre impresiona. La ermita de San Bernabé, medio escondida en la roca, parece más un secreto que un lugar turístico.

Había un pequeño grupo guiado en la entrada que seguramente escuchaba atentamente la historia de los ermitaños, las pinturas en las paredes, el milagro del arroyo subterráneo… Nosotros lo dejamos así. 

Aquí una buena información de un blog amigo.


La última visita del día fue a Medina de Pomar, una  villa que mezcla la sobriedad castellana con un pasado noble que aún se nota en sus piedras.

Comimos en un restaurante de la entrada, sin ninguna prisa, viendo pasar a la gente del pueblo. Después paseamos hasta el Alcázar de los Condestables, imponente sobre la colina. No subimos esta vez; preferimos rodearlo, sentarnos en un banco y mirar cómo la tarde empezaba a estirarse, lenta, como nosotros.






Al volver al coche, el sol empezaba a caer. Conducimos de regreso por carreteras secundarias, con las ventanillas abiertas y el sonido del campo entrando como una vieja canción que nunca pasa de moda. Fue solo un día, pero nos bastó para recordarnos por qué seguimos viajando: no para ver más, sino para ver mejor.




Ruta del Día (aprox. 60-70 km, 1h30 de conducción total, sin contar paradas):

1. Salida desde Villarcayo (punto base ideal)

2. Puentedey – Visita al pueblo y al arco natural sobre el río Nela.

3. Ojo Guareña – Parada en el Santuario de San Bernabé y posible visita guiada a las cuevas.

4. Medina de Pomar – Comida, paseo por el casco histórico y visita opcional al Alcázar.

5. Regreso al punto de partida por carreteras secundarias.


Recomendaciones Gastronómicas

Comida en Medina de Pomar:

Restaurante El Linaje – Comida casera, pero casera de verdad. Cantidad y calidad en cada plato del menú, por cierto variado. El trato inmejorable de la camarera. Precio del menú 15 € y a un paso del centro histórico de Medina de Pomar.


Paradas opcionales si hay tiempo o ganas

Ermita San Pantaleón de Losa: Un desvío breve desde Puentedey, con vistas espectaculares y una iglesia románica enclavada sobre una roca
.
Merendero de Sotoscueva: Junto a Ojo Guareña, lugar tranquilo para comer si se prefiere al aire libre.

Paseo del río Nela (Villarcayo): Para terminar el día con una caminata suave entre chopos y agua.



A veces, sin planearlo demasiado, uno acaba en lugares que le marcan muy dentro. Así fue este viaje por Las Merindades, en el norte de Burgos. Un rincón del mapa al que llegamos un poco por azar y porque nos faltaban por visitar algunos lugares.

En Las Merindades no encontramos grandes multitudes, ni espectáculos grandiosos, ni luces que deslumbran. Pero encontramos pausas, miradas largas, caminos que se dejan andar sin prisa. Encontramos otra vez la capacidad de asombrarnos por lo sencillo.




dijous, 19 de juny del 2025

Entre flores y alturas: un paseo con mi jubileto por el Puerto de los Corrales

 



La intención de la salida de hoy era visitar otros dos pueblos bonitos de la zona norte de Burgos, Puentedey y Medina de Pomar. Decidimos que lo haríamos por carretera secundaria y subiendo un puerto de montaña, el de Los Corrales. Fue todo un acierto.


Los primeros pasos fueron de asombro. ¡Oh!, era como si la montaña hubiese decidido vestirse de gala para recibirnos.

La brisa nos traía aromas vivos. Las campanillas lilas se mecían suavemente, los ranúnculos abrían sus pequeños soles al cielo, y alguna mariposa, distraída, bailaba como saludándonos. 






Mi jubileto, con la mirada curiosa como siempre, no decía mucho, pero lo sentía igual que yo: emoción y paz.

La senda serpenteaba entre verdes intensos y mucha flor amarilla que era la predominante.






A cada paso, el ruido de los insectos, el zumbido de alguna abeja y un canto lejano de algún pájaro componían una sinfonía silvestre. Parábamos de vez en cuando, no por cansancio, sino por la necesidad de absorberlo todo: la inmensidad del paisaje, el silencio cargado de significado, la compañía mutua.



Mi jubileto me apretaba la mano de vez en cuando (¡cuanto me gusta que me la apriete!)

No hacía falta hablar. La montaña lo decía todo: lo pequeños que somos y, al mismo tiempo, lo inmensos que podemos llegar a sentirnos cuando nos fundimos con lo natural. Era una sensación de arraigo y libertad al mismo tiempo.

Llegamos a un claro donde el paisaje se abría. Desde allí, los campos se extendían hasta perderse en el horizonte y el cielo parecía más grande. Nos sentamos en una roca tibia por el sol y respiramos. El tiempo, por un momento, dejó de existir.



Esta imagen me encanta


Ese paseo entre flores silvestres por el Puerto de los Corrales no fue sólo una caminata.
 
Fue un encuentro profundo entre la tierra, el aire y nuestros propios corazones.
 Y sobre todo, fue nuestro. De Joseph y mío.













dimarts, 17 de juny del 2025

Escapada al Valle de Sedano: Tesoros escondidos por carreteras secundarias

 


Esta jornada decidimos perdernos —literal y figuradamente— por el Valle de Sedano, en la provincia de Burgos. Dejamos atrás las autopistas y nos adentramos por carreteras secundarias, esas que parecen olvidadas pero que esconden paisajes de postal y pueblos con alma, de los que nos gustan.


Debo hablaros de un viajero que nos acompañó casi toda la jornada: el río Rudrón.
Este río es uno de los afluentes más caudalosos del margen derecho del Ebro, y le cede sus aguas cerca del pueblo de Valdelateja.

Nace en el valle de Valdelucio en fuente Abar, circula encajonado por el valle hasta que se sumerge en las profundidades del karst para luego aparecer en una preciosa fuente.

El Rudrón es un río abundante, tanto en agua como en vida. La época de sequía estival no la nota porque ya se encarga el buen Pozo Azul -en Covanera- de darle agua fría y cristalina permanentemente.



La nacional 623 tira y tira desde Burgos mientras atravesamos lugares como Tubilla del Agua, San Felices de Rudrón, Covanera, Valdelateja o Escalada antes de llegar al desvío donde terminaría nuestra escapada de hoy: Orbaneja del Castillo.


Preciosa iglesia románica de Santa María en Tubilla

Portada de la iglesia de Santa María


Primera parada: Tubilla del Agua


Este pequeño pueblo es un remanso de paz. El sonido del agua que da nombre al lugar nos acompañó mientras recorríamos sus calles y admirábamos el puente medieval. La ruta de las cascadas de la Horadada es un paseo imprescindible si te gusta la naturaleza en estado puro.

Joseph pudo hacerlo, yo esperé sentada en la plaza frente a la Preciosa Iglesia románica de Santa María donde se puede dejar el coche.
Es una lástima que no pueda daros mis impresiones de esas rutas de cascadas que abundan tanto en la provincia de Burgos. Como sé que la mayoría de bloggers les gusta mucho el senderismo dejo enlace aquí


Iglesia Parroquial de Santa María de Covanera


Covanera: la sorpresa del camino



Apenas un puñado de casas rodeadas de verde, pero con ese encanto castellano tan auténtico. Nos tomamos un respiro aquí, donde parece que el tiempo se ha detenido.

A corta distancia y bastante bien indicado se encuentra la cavidad y manantial subacuática más larga de España que desde 1964 ha dado lugar a numerosas inmersiones e investigaciones de los más famosos buzos-espeleólogos europeos; es el Pozo Azul.

Pozo Azul   @turismoburgos



Puede dejarse el coche en el pequeño parking habilitado al efecto, en la ribera del río Rudrón, donde vierte las aguas el anteriormente citado manantial y apenas unos trecientos metros que discurren por una pequeña senda rodeada de vegetación y de formaciones calizas, se llega al paraje del Pozo con sus aguas de un azul turquesa intenso.


Iglesia de Escalada

Escalada: piedra y paisaje


Este pueblo, asentado entre farallones de roca caliza, nos sorprendió con su imponente paisaje. Un lugar perfecto para los amantes de la escalada (como su nombre indica), pero también para pasear entre sus casas tradicionales y dejarse llevar por la tranquilidad.




Orbaneja del Castillo

Pozas de aguas cristalinas

En las rocas se ve silueta de África y dos camellos besándose

Orbaneja del Castillo


Orbaneja del Castillo: el broche de oro


Sin duda es la joya del valle. Llegar a Orbaneja por carretera secundaria es todo un regalo: curvas suaves, campos infinitos y de repente… la cascada que divide el pueblo en dos. Sus casas colgadas sobre la roca, las callejuelas empedradas y el murmullo constante del agua crean una atmósfera mágica. No extraña que sea uno de los pueblos más fotografiados de Burgos.




Sedano, el pueblo que enamoró a Miguel Delibes

Ya de regreso me indicaron que fuéramos a visitar el Centro de Interpretación del Valle de Sedano.


Cuando llegamos a Sedano nos sorprendió ver un edificio moderno a los pies de una iglesia del S.XVI. Toda la información la dejo en este enlace porque nosotros llegamos tarde a la visita.




Un paisano del lugar muy amable nos comentó cómo es este Centro de Interpretación.

"En su interior se encuentran excelentes fotografías y una proyección geológica de los ricos ecosistemas y los caminos del agua. Hay un rincón dedicado a los dólmenes y, también, al patrimonio arquitectónico del pueblo (Iglesia de Moradillo). Por si todo esto fuera poco hay un espacio dedicado a la literatura: Miguel Delibes"

Miguel Delibes, uno de los grandes novelistas del siglo XX, encontró en Sedano un refugio emocional y creativo. Su relación con este rincón del Valle de Sedano empezó a través de su esposa, Ángeles de Castro, cuya familia veraneaba en la zona. El joven Delibes recorría los caminos hasta Sedano en bicicleta, un viaje que marcaría el inicio de su relación tanto con ella como con el paisaje que más tarde influiría en sus novelas.



No sé si algún día volveremos al Valle de Sedano, quizás sí porque a veces los caminos menos transitados conducen a los destinos más recordables.

Aquí Don Miguel Delibes esperando






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