Pasear por Rubielos de Mora es como abrir una puerta al pasado y dejar que el silencio te hable. Las calles empedradas serpentean entre casonas con blasones, balcones de hierro y portones de madera que han visto pasar siglos de historia y de vida tranquila.
Mi coche de tanto circular por estas carreteras, se sabe de memoria el camino y casi puede andar solo y no perderse por estos lugares tan solitarios la mayor parte del año.
El monumental conjunto urbano de la villa, uno de los más impresionantes del territorio aragonés, invita al paseo lento y a recorrer todos sus rincones admirando cada uno de ellos.
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Tengo la suerte de visitarlo a menudo cuando estoy por estas tierras tan queridas por ser las tierras de Joseph. También es mi lugar de abastecimiento: casa Mata, farmacia de Angel y panadería de Emi.
Mientras camino por sus calles el aroma de leña y de pan recién horneado me acompaña. En cada esquina hay un detalle que invita a detenerse: un arco medieval, un escudo desgastado, la fuente en la plaza Mayor. Todo parece dispuesto para recordarte que lo hermoso no siempre está en lo grandioso, sino en lo sereno y sencillo.
Rubielos tiene ese don de los pueblos que no necesitan prisa. Aquí, el tiempo se queda a descansar, y uno se descubre sonriendo sin motivo, mirando el juego de la luz sobre la piedra dorada.
Si alguna vez buscas un lugar donde la calma tenga nombre, ven a Rubielos de Mora. Este lugar te espera con las puertas abiertas y la promesa de un paseo que recordarás siempre.
Mi coche de tanto circular por estas carreteras, se sabe de memoria el camino y casi puede andar solo y no perderse por estos lugares tan solitarios la mayor parte del año.
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