dijous, 3 d’agost del 2017

RUPIT, UN TESORO CERCA DE BARCELONA




Hay un viejo dicho que dice que a Rupit no se llega por mar, tierra o aire, sino por piedra. (El nombre de Rupit viene del latín”rupes”, que significa “roca”) ; y es que llama la atención una pared que surge sobre una gran peña que domina el pueblo y es donde estaba el Castillo.


¿Cuántas veces habremos visitado este pueblo ? No sabría contarlas porque este trocito pequeño de mundo considerado el último pueblo de la provincia de Barcelona, hace que los habitantes de mi ciudad lo consideremos un tesoro que hay que mimar, cuidar, visitar y vigilar.


Quizá algún día muy lejano pierda su fisonomía, pero durante siglos ha conservado tejados que bailan, balcones hermosos de madera, callejones de subidas y bajadas, casas vivas con ventanas góticas, terrenos irregulares y vaguadas donde apacientan las ovejas.



Esta vez elegimos entrar dando un rodeo por la pista que pasa por la ermita románica de Sant Joan de Fábregues, del siglo X y XI, encaramada en las rocas.
El recorrido por allí es más espectacular porque puedes contemplar un paisaje magnífico y de paso admirar el espectacular salto de Sallent poco apto para personas que padezcan de vértigo ya que tiene unos 100 metros de altura y es allí donde se cuelan las aguas del arroyo de Rupit.



Para amantes de las caminatas suaves dejo enlace de esta ruta que puede ser una opción para una salida familiar porque no presenta dificultad alguna.



Cuando llegamos al pueblo aún no había anochecido, pero las farolas ya estaban encendidas. Había llovido durante el día y una suave bruma descendía y se enredaba entre robles y hayas. Los tonos grisosos del cielo y las piedras mojadas de las calles creaban un marco apropiado para el callejeo.


Lo primero que llama la atención es que, para acceder al pueblo, hay un curioso puente colgante que cruza la riera. Es la entrada más original que conocemos y es uno de los lugares más fotografiados. Pueden pasar unas diez personas a la vez y se recomienda no balancearse en él, aunque es probable ver a alguien saltando para asustar a los que aún no han cruzado.


En el otro lado comienzas ya a admirar las calles estrechas, empinadas, y las típicas casas solariegas con portales adintelados y balcones de madera. Todas están construidas con gran armonía en la montaña, respetando el medio ambiente de la zona.
Todo el núcleo urbano está situado bajo las ruinas del que fuera un antiguo castillo. Miras y no comprendes cómo es posible que alguien pueda vivir así sin miedo a que la piedra pueda hundir su casa.


Más arriba se encuentra la iglesia dedicada a San Miguel Arcángel, construida probablemente entre los siglos XIII y XIV, y terminada en el XVIII cuando se acabó el campanario.
Es un pueblo turístico porque encuentras tiendas de buenísimos embutidos, bares, restaurantes, hotelitos y casas rurales.




Lo encontraremos cogiendo la carretera de Vic a Olot, la C-153, tardando una hora y media, aproximadamente, desde Barcelona. Esto hace que sea un destino accesible y al alcance de la mano.
Se trata, pues, de un lugar perfecto donde pasar un día de escapada rural y poder degustar, si quieres, la gastronomía típica de la comarca de Osona, principalmente sus deliciosos embutidos.







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