dijous, 1 d’abril del 2021

De ruta por Turquía : De Estambul a Esmirna, Bursa, la “verde”

 


Sobre las seis de la mañana escuchamos otra vez la llamada a la oración que sale de los altavoces colocados en los alminares de la mezquita cercana a nuestro hotel. Es la voz del almuecín.

Nuestra furgo cruza todo el atasco mañanero que cada día se forma en las salidas de Estambul y nos damos cuenta de lo monstruosa que es esta ciudad de cerca de quince millones de habitantes.

Poco a poco avanzamos hacia uno de los grandes puentes colgantes sobre el Bósforo dispuestos a cruzar la Bahía de Izmit en ferry.






Es impresionante ver la fisonomía de Estambul desde la orilla asiática: gigantescos centros comerciales, rascacielos impersonales, urbanizaciones grandiosas...

La travesía entre la orilla norte y la sur del mar de Mármara apenas dura una hora. Los ferrys transitan entre ambas ciudades a todas horas, transportando mercancías, vehículos y pasajeros.



Una vez en Yalova, el camino hasta Bursa es corto: pronto avistamos el monte Olimpos, el Ulu Dag, que anuncia estamos llegando a una de las etapas de la mítica ruta de la seda y las especias.


Bursa fue la primera capital del imperio otomano y por eso es muy rica en monumentos. El título de "verde" proviene de sus jardines y parques y por estar en medio de muchos cultivos de frutas.

Es la patria de la deliciosa "Kebap Iskender", uno de los mejores platos de la cocina turca: finísimas lonchas de cordero de primera calidad asado en döner, yogur a un lado, salsa de tomate especial en el otro, y a voluntad un buen cucharón de mantequilla derretida por encima de la carne. Y castañas confitadas (Kestane Sekeri) de postre.

Primero visitamos la Gran Mezquita (Ulu Camii). Esta mezquita se diferencia de otras en que tiene una fuente dentro del lugar de oración. Lo normal es que esté fuera, en el patio, para que todos los que entren estén ya purificados.

En los principios de la religión musulmana no había tanta higiene y tantos medios como ahora. Entonces las casas no tenían baños y la obligación de limpiarse para orar era una revolución para la época. Ahora es una costumbre un poco desfasada.







La fuente de abluciones dentro no deja de ser curiosa, pero en sí esa mezquita no tiene nada de espectacular ya que es sencilla y sin grandes trabajos artesanales.

Enseguida nos llama la atención una especie de rosarios que hay por todas partes, son donaciones de gente para que lo utilicen todos; están relacionados con los 99 nombres de Alá.





Un corto paseo nos lleva hasta el Mausoleo Verde. Antiguamente los azulejos del exterior eran de color turquesa, pero después de un temblor de tierra fueron sustituidos por otros más modernos, azules.

El sultán que ordenó construir esta joya reposa junto a toda su familia. Pero lo curioso es que las tumbas de los mausoleos no tienen restos dentro porque si no el cuerpo no estaría en contacto con la tierra. Las tumbas son sólo símbolos. El cuerpo lo entierran en contacto con la tierra y en dirección norte-sur. Amontonan tierra debajo de la parte izquierda del cuerpo para que esté ladeado y mirando al oeste (La Meca) y ponen unas tablas encima para que la tierra no le de directamente en la cara.

A continuación entramos en la Mezquita Verde, lugar de peregrinación. Es el monumento más representativo de esta ciudad y sigue los cánones de la arquitectura otomana.

A estas alturas de la vida no hago ya el esfuerzo por recordar estilos, siglos o nombres de personajes, eso lo puedes leer en cualquier guía turística. Ahora sólo me quedo con cosas curiosas.
Me gusta Betül, nuestra cálida guía turca porque se nota que quiere a su país y nos transmite muchos conocimientos cargados de emociones.


Por último nos lleva al Mercado de la seda ( Koza Han, en turco). Está dividido en dos plantas donde se sitúan tiendas alrededor de un gran patio. Este patio era el lugar donde los comerciantes decidían el precio de los gusanos de seda.

Nos explica que en primavera tiene lugar la venta de gusanos que son comprados por los agricultores de la región para sus campos de moreras.








Este mercado no me parece nada del otro jueves... una tienda al lado de otra donde los turistas buscan corbatas, pañuelos, camisas, todo de seda, y donde el famoso regateo es bienvenido.


Después de casi quinientos kilómetros desde Estambul llegamos a “la hermosa Izmir”, así llaman los turcos a Esmirna.

Nos dicen que es una de las ciudades más queridas del país. Aquí nació el gran poeta de la antigüedad, Homero. Es la tercera ciudad más grande de Turquía y tiene el mayor puerto después del de Estambul.

Nosotros sólo pernoctamos y no tuve fuerzas para andar callejeando de noche. La mayoría de viajeros lo hacen.






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